Si bien existen varias teorías en torno al origen del árbol de Navidad, una de las más extendidas defiende que proviene de los celtas de Europa Central, quienes empleaban árboles para adorar a varios dioses.
Los primeros cristianos en llegar a Escandinavia observaron que la fecha de adoración nórdica en honor de Freyr -dios del sol naciente, de la lluvia y de la fertilidad-, coincidía con la Navidad. En esta celebración, los celtas adornaban un árbol al que llamaban Divino Idrasil o Árbol del Universo, ya que en su copa se hallaba el cielo y en las raíces profundas se encontraba el infierno.
Los celtas también adoraban de esta manera a los dioses Odín y Thor, durante el solsticio de invierno.
Adaptación con sentido cristiano
Según cuenta la leyenda, entre los años 680 y 754, San Bonifacio, evangelizador de Alemania, entendió que era imposible arrancar de raíz estas tradiciones paganas, por lo que decidió adaptarlas, dándoles un sentido cristiano.
Fue así como en medio de una celebración, cortó con un hacha un roble que representaba a Odín mientras los celtas miraban incrédulos; y en su lugar plantó un abeto, un árbol de paz que “representa la vida eterna porque sus hojas siempre están verdes” y porque su copa “señala al cielo”, adornándolo con manzanas y velas. Las manzanas representaban el pecado original y las velas, la luz de Jesucristo.
El primer árbol de Navidad
Posteriormente, con la evangelización de esos pueblos, los cristianos tomaron la idea del árbol para celebrar el nacimiento de Cristo.
Anteriormente se creía que el primer árbol de Navidad, tal y como lo conocemos en la actualidad, apareció en Alemania en 1605. Sin embargo, dos ciudades bálticas se disputan el mérito de haber erigido el primer árbol de Navidad en una plaza pública antes que Alemania: Tallin (Estonia) en 1441 y Riga (Letonia) en 1510.
Con Información de: National Geographic / El nacional / Foto: Árbol de navidad / Shutterstock
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