El estigma hacia los trastornos mentales y quienes los padecen no es un fenómeno nuevo, pero sigue afectando negativamente a millones de personas. A pesar de los avances en investigación, tratamientos y leyes muchas personas no buscan ayuda. Esto se debe, en gran parte, al miedo al rechazo y a la discriminación.
Las ideas erróneas sobre cómo son y cómo se comportan las personas con problemas de salud mental dan lugar a emociones negativas como el miedo. También llevan a actitudes discriminatorias que pueden resultar en desaprobación y aislamiento social. Mientras que condiciones como la depresión y la ansiedad han ganado aceptación, especialmente tras la pandemia, la esquizofrenia sigue provocando rechazo.
Para abordar el estigma hacia los trastornos mentales es esencial revisar la historia de la psiquiatría. Esto nos ayudará a entender cómo las creencias y prácticas del pasado han influido en la percepción actual de estas condiciones.
El estigma a través de la historia
Antes de que existiera la psiquiatría, se creía que los problemas de salud mental eran causados por fuerzas sobrenaturales o demonios. La sociedad estaba convencida de que estas enfermedades eran castigos divinos.
Todo esto generaba gran pánico entre la gente. Los comportamientos que se consideraban diferentes se atribuían a la influencia de un ente maligno. Así, nacieron mitos y leyendas que perduraron a lo largo del tiempo.
Con la llegada de la Inquisición, la locura fue perseguida y considerada un signo del fracaso del amor de Dios. Las personas con comportamientos extraños eran acusadas de brujería, lo que constituía un delito grave. Esto llevaba a la tortura e incluso a la ejecución en la hoguera.
Con el surgimiento de la psiquiatría, la situación no mejoró. Algunos personajes influyentes de la época intentaron cambiar el tratamiento de estas condiciones. Sin embargo, la creencia católica del demonio como causa de la locura continuó presente. Los tratamientos eran a menudo brutales, centrados en exorcismos y rituales de purificación.
Pintores como El Bosco reflejaron en sus obras las prácticas de la época, incluyendo la trepanación, que consistía en perforar el cráneo con la esperanza de liberar a la persona de la locura. También existía la tendencia a excluir socialmente al enfermo, a menudo enviándolo en barco lejos de las ciudades. Estas obras reflejan de manera clara la brutalidad de los tratamientos durante este periodo.
Años más tarde, durante los siglos XVII y XVIII, se produjo “el gran encierro”. En aquella época se creía que la enfermedad mental era resultado de la irracionalidad humana. Esto justificaba la exhibición pública de las personas enfermas como una medida educativa. Se decidió encerrar a quienes eran considerados locos como parte de una estrategia de higiene pública para proteger a los ciudadanos de un posible contagio. Simultáneamente, se construyeron numerosos manicomios, lugares que contaban con muchas más celdas que camas.
‘Shocks’ y lobotomía
A partir de los siglos XVIII y XIX, empezaron a surgir terapias más humanizadas que incluían hidroterapia, masajes y dietas. Sin embargo, muchas de estas prácticas eran en realidad aversivas. Se buscaba provocar un shock en el paciente mediante duchas heladas, camisas de fuerza, sangrías y purgas.
En esta época, los avances en bacteriología llevaron a la creencia de que los microbios podían liberar toxinas que afectaban el cerebro, lo que justificó tratamientos extremos para la esquizofrenia. Eso incluía la extracción de órganos y la lobotomía, un procedimiento popularizado en Estados Unidos que implicaba cortar conexiones cerebrales utilizando un instrumento similar a un picahielos insertado a través de los ojos. Una atrocidad, qué duda cabe.
Perpetuando patrones: la influencia de los medios
Aunque estas ideas han sido transmitidas de generación en generación a través de historias, escritos, pinturas y canciones, los medios de comunicación modernos han contribuido a su perpetuación.
A menudo, presentan una imagen exagerada de los trastornos mentales para llamar la atención del público. Esto genera una representación que a menudo se relaciona con la rareza, la falta de habilidad social y la violencia.
Es importante considerar que, para muchas personas, esta imagen distorsionada es la única representación que tienen de lo que es un trastorno mental. Desde la infancia, asocian al villano de las películas con personas que tienen problemas de salud mental. Estas ideas afectan negativamente a quienes padecen estos trastornos, al impactar en su autoestima y su percepción de sí mismos. Además de que condiciona sus expectativas sobre el tratamiento.
Necesitamos un cambio político y social
Afortunadamente es posible cambiar estas ideas. Se pueden utilizar estrategias como la educación en salud mental, el contacto directo con personas con problemas de salud mental y el activismo social.
Las líneas prioritarias de actuación son:
Regulación de la imagen pública. Se necesita cambiar cómo los medios representan los trastornos mentales. A pesar de que existen guías sobre cómo informar o publicar noticias sobre salud mental, todavía vemos titulares que tienden a relacionar estos problemas con la violencia.
Representaciones en medios. En el cine y la televisión se requieren representaciones más inclusivas que muestren la esquizofrenia como una condición manejable. Seguir mostrando imágenes de tratamientos crueles y retratar a los psiquiatras de forma negativa solo aumenta el miedo a buscar ayuda. Las redes sociales también son un factor importante: son ampliamente utilizadas, especialmente por los jóvenes, y cualquiera puede publicar contenido sobre salud mental, lo que puede propagar información incorrecta.
Inversión en recursos. Es necesario aumentar la inversión en la creación de servicios y en la contratación de personal especializado. También es crucial que la población sepa desde una edad temprana identificar problemas de salud mental, a quién acudir y cuándo buscar ayuda, especialmente en casos de esquizofrenia. No es aceptable que algunas personas vivan años con síntomas como alucinaciones, temerosas de hablar sobre su situación. La educación en salud mental es fundamental.
Inversión en investigación. El estigma tiene un alto costo, tanto para el sistema de salud como para la calidad de vida de quienes padecen un trastorno mental. Comprender mejor este fenómeno social nos ayudará a encontrar formas efectivas de abordarlo y a mejorar el acceso a tratamientos adecuados.
La esquizofrenia dista mucho de cómo se ha percibido a lo largo de la historia y en el cine y la literatura. Es nuestra responsabilidad luchar para que esta forma de ver los trastornos mentales se actualice con las evidencias del siglo XXI.
Celia Martí-García, Profesora Titular de Universidad. Departamento de Enfermería y Podología, Universidad de Málaga, Universidad de Málaga
Este artículo fue publicado originalmente en The Conversation. Lea el original.
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