La mañana del 2 de marzo de 1998, Natascha Kampusch caminaba sola hacia su escuela. Una pequeña niña de 10 años, de cabello rubio, tímida, con la mirada en el suelo y una evidente tristeza. Sus padres atravesaban un duro divorcio. Natascha, la menor de tres hermanas, era víctima de constantes discusiones y peleas entre sus padres, incluso de la agresiones verbales y físicas de su madre. Aquella solitaria mañana bajo el cielo de Viena, la vida de Natascha cambiaría para siempre.
Siguiendo sus pasos, una camioneta blanca de donde saldría su captor: «En el momento en que yo estaba pasando delante de ese hombre con la mirada puesta en el suelo, él me tomó por la cintura, me levantó por los aires y me metió por la puerta abierta de su camioneta. Todo fue un único movimiento, como en una escena con una coreografía que hubiéramos ensayado a dos. Una coreografía del horror», relata Natascha en su autobiografía donde desahoga los horrores de los 3.096 días que permaneció cautiva.
Natascha pasó los siguientes 8 años y medio encerrada casi siempre, en un cuarto subterráneo, sin ventanas ni luz natural, aislada del mundo exterior, sometida a los maltratos físicos y psíquicos del hombre que la secuestró. No fue sino hasta el 23 de agosto de 2006 cuando Natascha tuvo el valor suficiente y la oportunidad única para escapar de aquella pesadilla.
Eran las 12:53 del día, Natascha estaba en el jardín de la casa limpiando el automóvil de su secuestrador, un BMW 850i, y aprovechó un momento de distracción de este para poder escapar.
Aterrorizada, muy delgada, demacrada y con algunos evidentes golpes, Natascha pidió ayuda a una mujer que consiguió en su escape. La mujer dio parte a las autoridades. Kampusch fue llevada a una estación de policía en la ciudad de Deutsch Wagram. Allí se presentó diciendo: «Soy Natascha Kampusch, nacida el 17 de febrero de 1988». La joven fue identificada por una cicatriz en el cuerpo y una prueba posterior de ADN.
Pocas horas después del escape de Natascha, su secuestrador, Wolfgang Priklopil, huyendo de la policía, se arrojó a las vías del tren. La pesadilla finalmente había terminado.
¿Quién fue Wolfgang Priklopil?
Wolfgang Priklopil era un técnico de comunicaciones austriaco, nacido el 14 de mayo de 1962. Una fotografía de la etapa escolar de Priklopil muestra a un chico de aspecto muy serio, con ojos oscuros y abundante cabello peinado con raya a un lado, un corte que ya no cambiaría nunca. Según sus compañeros de trabajo, era misógino, y no había tenido muchas relaciones directas con mujeres.
Un ex compañero de clase declaró que a los 19 años, Priklopil , despreciaba a todas las mujeres por considerarlas «unas cualquiera».
«No me interesan», decía Priklopil según la versión de su ex compañero. «Quiero una pareja que se dé cuenta de cuándo quiero estar solo, que cocine bien, que se sienta satisfecha con ser simplemente un ama de casa, que sea físicamente guapa, pero que no considere que ser guapa es importante. Quiero una mujer que simplemente me apoye en todo lo que yo haga».
Puesto que su ideal de mujer no existía, dicen, tuvo que fabricársela por sus propios medios, aunque eso implicara arrancar a una niña pequeña del seno de su familia.
Priklopil siempre fue muy habilidoso con las manos, según el testimonio de las pocas personas que le conocían. La celda que construyó para su víctima ha dado pruebas de ello. Aquel cubículo parecía haber sido construido como un taller en el que modelaría a la mujer de sus sueños con sus propias manos a partir de un material en bruto.
Se cree que Priklopil pudo haber empezado a planificar el secuestro de la niña nada menos que con cinco años de antelación, lo que induce a pensar en un planteamiento metódico idéntico al que aplicaba a cualquier cosa que hiciera, desde los rompecabezas de piecitas
Wolfgang era experto en desviar la atención. A raíz del secuestro, la policía le interrogó junto a varios centenares de propietarios de camionetas blancas, sin que los detectives encontraran en él nada sospechoso.
Antiguos conocidos suyos le han calificado de persona «agradable» pero distante. «Wolfi era el genuino niño de mamá», ha sido la frase empleada por uno de ellos para describirlo.
El secuestrador entró a trabajar como aprendiz en Siemens, el gigante alemán de la electrónica, cuando tenía 15 años. Ernst Winter, de su misma edad, ha recordado la obsesión que Priklopil tenía por los autos. «Otra de las cosas que más llamaba la atención», ha manifestado Winter, «era el mucho tiempo que dedicaba a todo lo que hacía. Era lento, pero extraordinariamente meticuloso».
El padre de Priklopil, Karl, era un representante comercial de coñac cuya muerte en 1986, a causa de un cáncer de colon, dejó una huella profunda tanto en Wolfgang, que por entonces tenía 24 años, como en su madre. En un determinado momento, Priklopil empezó a pensar en seleccionar una víctima. Natascha vivía en un piso próximo al de su madre.
El cautiverio de Natascha Kampusch
A Natascha no se le permitió salir durante sus primeros años de cautiverio. Estuvo seis meses encerrada en la celda. Luego, pudo subir a la casa para lavarse. A los dos años del secuestro tuvo acceso a una radio para escuchar noticias. Desde junio de 2005 tenía permitido salir al jardín de la casa. Solamente después de febrero de 2006 se le permitió salir de la casa en una ocasión.
Durante su cautiverio, Priklopil le suministró libros y la educó.
Priklopil amenazaba a Natascha con matar a quien ella le pidiera ayuda y también amenazaba con suicidarse si ella escapaba. Solía festejar con Natascha los cumpleaños, pascuas y navidad. También le hacía regalos.
El secuestrador le dio un nombre a la pequeña, «Bibiana», que según asegura Natascha le permitió desligarse psíquicamente de la sumisión total.
Durante su adolescencia, Natascha se negó a llamarle «maestro», tal como él la requería. Y fue entonces cuando Priklopil, quien la veía como un juguete, decidió que tenía que romperla para recomponerla después a su gusto.
El secuestrador comenzó entonces a pegarle palizas, a quitarle la comida y mantenerla a oscuras. Hizo un interfono desde el cual se pasaba insultándola todas las noches desde su dormitorio. Empezó a subirla al piso a limpiar. Tenía que hacerlo «medio desnuda y con la mirada gacha». Y sólo «podía hablar si me hablaba primero, o me pegaba una paliza», declara Natascha.
A pesar de sufrir “abuso sexual leve” (según su testimonio), Natascha declara que el ex empleado de Siemens, sólo quería acurrucarse a su lado. Pero las palizas continuaron, y la única forma de pararlas para Natascha era pegarse a ella misma para que el secuestrador la rogase que se detuviera.
Cuando Natascha contaba ya 18 años consideró que había llegado el momento de enfrentarse a él a vida o muerte. «Te agradezco que no me hayas matado y que me hayas cuidado, pero no me puedes obligar a quedarme contigo», le dijo. Para su sorpresa, Piklopil no reaccionó.
La joven dijo que la recepción de su historia fue variando a lo largo del tiempo. Cuando empezó a hablar de su cautiverio y describir detalles de su relación con el secuestrador, la gente dejó de considerarla una víctima y la acusó de tener el Síndrome de Estocolmo.
Hoy en día Natascha trabaja como presentadora de televisión, entre sus planes futuros está el poder ejercer como psicóloga profesional. Natascha compró la casa de Priklopil donde estuvo secuestrada para evitar que se convirtiera en un lugar de peregrinación entre curiosos.
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