Por Erika De Paz |
Ya no se escribe a mano. Con tanta tecnología, los lápices y los papeles quedaron engavetados. Ciertamente las computadoras han ayudado a simplificarnos la vida al momento de escribir. Podemos redactar cualquier texto sin errores, de una forma mucho más rápida, limpia y ordenada; y enviarlo a una cantidad innumerable de personas sin necesidad de transcribirlo varias veces. Efectivamente, son muchas las ventajas que tiene escribir utilizando un teclado, pero los beneficios de la escritura manuscrita son aún mayores. Cada vez que plasmamos nuestras ideas sobre una hoja, creamos conexiones neuronales, y ejercitamos nuestro cerebro mucho más que cuando escribimos en un computador.
Escribir a mano siempre va a llevar más tiempo. Es como lo que ocurre con esos alimentos artesanales, o esas piezas únicas de diseñador realizadas con mucho detenimiento y paciencia; cuidando todos los detalles. Ese es precisamente su encanto. Cuando redactamos a mano, colocamos en un trozo de papel nuestra personalidad, y le agregamos un valor sentimental y personal a lo que escribimos. Pero más allá de esto, esta práctica (para muchos, obsoleta) es sumamente beneficiosa.
Una manera de retener mejor la información al momento de estudiar es escribiendo a mano. Esto mejora y acelera el aprendizaje, pues recordamos mejor cualquier contenido cuando lo hacemos de esta manera. Debemos memoriza las letras, ver lo que está sobre el papel y trazar las líneas. Así que activamos tres procesos en el cerebro: nuestra capacidad cognitiva, el área visual y las habilidades motoras. Escribir a mano nos vuelve más listos y refuerza nuestra memoria. Y si lo convertimos en una rutina, se puede lograr disminuir la aparición de enfermedades mentales propias de la vejez.
También favorece la concentración. Cuando estamos frente a un computador las distracciones están a tan sólo un click. Al escribir a mano necesitamos poner toda nuestra atención en el acto de escribir. Es casi obligatorio: tenemos que sujetar el lápiz, pensar en lo que vamos a escribir, y escribir. Además, debemos permanecer lo suficientemente concentrados para evitar que nuestra hoja termine llena de tachones. Plasmar una idea sobre un papel permite colocar de manera concisa y ordenada un pensamiento; lo volvemos tangible, y pensamos de manera más detenida y clara.
La escritura manuscrita refleja la forma de ser de las personas. Nos habla sobre sus aptitudes y comportamientos de acuerdo a ciertos aspectos de la letra como el tamaño y su inclinación. En este sentido, cada uno de los trazos que realizamos está cargado de nuestras características. Y aunque existen letras parecidas, no existen dos iguales; por ello, escribir a mano es tan mágico. Dejar de hacerlo, no sólo evitará que ejercites tu cabeza: perderás la habilidad de escribir de manera legible.
Escribir a mano inspira, es un acto liberador que permite reforzar nuestra creatividad, y aumenta nuestra imaginación. No importa si tienes la letra fea, o si no se entiende nada de lo que plasmas en una hoja, tal como ocurre con los médicos. Lleva contigo siempre un cuaderno donde puedas escribir cualquier pensamiento que aparezca de manera inesperada en tu cabeza. Aunque para algunos los lápices estén en período de extinción, y las hojas sólo sirvan para hacer figuras de origami, todavía existen personas que prefieren realizar trazos sobre papel. Anímate a retomar esta práctica que también sirve como terapia maravillosa para drenar los problemas.
Por Erika De Paz | IG @ERIKADPS
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