Andrew Anderson, University of Melbourne
La vista es una herramienta importante a la hora de crear un cuadro. Se usa para examinar una escena, guiar los movimientos del artista sobre el lienzo y dar información sobre el color y la forma del trabajo. Sin embargo, es posible que enfermedades u otros trastornos alteren la percepción visual de un artista.
Existe una larga nómina de científicos y terapeutas que argumentan que algunos artistas se vieron afectados por trastornos oculares, según parecen mostrar sus obras. Hay quien argumenta que los padres del movimiento impresionista eran miopes y que su visión borrosa por no usar gafas explicaría su estilo difuso e impetuoso.
Encontrar evidencias de tales trastornos y su influencia en las obras de arte se ve obstaculizado por la falta de registros clínicos que respalden el diagnóstico. Otro obstáculo para verificar estas especulaciones es que evidentemente los artistas son libres de representar el mundo como quieran.
Entonces, ¿es su estilo particular consecuencia de una visión precaria o más bien una elección consciente hecha por el artista?
A continuación hablaremos de tres pintores de los que se dice que sufrieron problemas de vista.
El Greco
Arquitecto, pintor y escultor del Renacimiento español, El Greco (1541-1614) es conocido por alargar verticalmente ciertas figuras en sus pinturas. En 1913, el oftalmólogo Germán Beritens argumentó que este alargamiento se debía al astigmatismo.
El astigmatismo generalmente se produce cuando la córnea (la superficie frontal del ojo y el elemento principal que enfoca la luz) no es esférica, sino que tiene forma de sandía.
Como consecuencia de esa deformación de la córnea, la luz llega desviada a la retina y las líneas y los contornos de la imagen se percibirán desenfocados.
Beritens demostraría su teoría del astigmatismo utilizando una lente especial que producía elongaciones verticales similares a las de El Greco.
Pero hay varios problemas con la teoría de Beritens. Un reproche habitual es que cualquier estiramiento vertical debería haber afectado al punto de vista de El Greco tanto sobre el sujeto que está siendo pintado como sobre el lienzo en el que está pintando. Esto significa que los efectos del astigmatismo deberían en gran parte anularse. Más convincente es la objeción de que el astigmatismo no corregido causa sobre todo visión borrosa, pero no un cambio en el tamaño de la imagen.
Además, otra prueba sugiere que el uso de alargamiento vertical en las pinturas de El Greco fue una elección artística deliberada. Por ejemplo, en su pintura de 1610 “San Jerónimo” (arriba) la mano del santo orientada horizontalmente también es alargada, como la figura. Si las figuras alargadas de El Greco fueran consecuencia de un estiramiento vertical por su percepción visual, la mano se vería corta y ancha, o sea, más rechoncha.
Claude Monet
En otros casos, la influencia de las anomalías oculares en las obras de arte es más convincente.
Las cataratas son una nubosidad progresiva en el cristalino que produce una visión borrosa y embotada que no se puede corregir con gafas.
Las cataratas son a menudo marrones, filtrando la luz que pasa a través de ellas, lo que perjudica la percepción de los colores. En casos severos, la luz azul está casi completamente bloqueada.
En 1912, a Claude Monet le diagnosticaron cataratas y le recomendaron operarse. Él se negó. Durante la década siguiente, su capacidad para distinguir los detalles se redujo, como documentan sus registros médicos.
Es importante destacar que su visión del color también sufrió. En 1914, notó cómo los rojos le parecían opacos y sucios, y en 1918 se vio obligado a elegir los colores leyendo las etiquetas de los tubos de pintura.
El impacto visual de las cataratas de Monet se demuestra en dos pinturas hechas en el mismo lugar: el puente japonés sobre el estanque de nenúfares de su jardín. El primero, pintado diez años antes del diagnóstico de cataratas, está lleno de detalles y demuestra un uso sutil del color.
Por el contrario, el segundo, pintado el año anterior a su eventual cirugía, muestra colores oscuros y lóbregos, con una ausencia casi total de azul, y una reducción dramática en el nivel de detalle.
Hay evidencias de que tales cambios no fueron una elección artística consciente. En una carta de 1922 al autor Marc Elder, Monet reconocía que su discapacidad visual le estaba haciendo echar a perder los cuadros, y que la ceguera le estaba obligando a abandonar el trabajo a pesar de su buena salud.
Uno de los temores de Monet era que la cirugía alterase su percepción del color y, de hecho, después de ella se quejó de que el mundo parecía demasiado amarillo o, a veces, demasiado azul. Pasaron dos años antes de que sintiera que su visión del color había vuelto a la normalidad.
El trabajo experimental ha confirmado que la percepción del color se modifica durante meses después de una cirugía de cataratas, ya que el ojo y el cerebro se adaptan al aumento de la luz azul previamente bloqueada por la catarata.
Clifton Pugh
Además de la enfermedad ocular, la visión del color puede verse alterada por deficiencias heredadas. Alrededor del 8% de los hombres y el 0,5% de las mujeres nacen con visión anormal del color, a veces llamada “daltonismo”.
En una de sus formas graves más comunes, los afectados ven los colores en variaciones de azul y amarillo. No pueden distinguir las variaciones del rojo o del verde, y por lo tanto tienen problemas para diferenciar, por ejemplo, la fruta madura de la que lo no está.
Se ha afirmado que no se conoce que ningún artista importante haya tenido una visión anormal del color. Pero otras investigaciones lo ponen en duda.
El australiano Clifton Pugh puede considerarse un “gran artista”: ganó tres veces el Premio Archibald de Retratos, su obra está muy presente en las galerías de su país e incluso ganó una medalla de bronce por pintar en los Juegos Olímpicos (cuando tales cosas eran posibles).
Su visión anormal del color está bien documentada en su biografía. Gracias a que las deficiencias de la visión del color se heredan, los investigadores pudieron estudiar cómo veían los colores los miembros aun vivos de su familia para argumentar que Pugh seguramente tenía una deficiencia severa que afectaba a su percepción de los colores rojo y verde.
Pero un análisis de los colores utilizados en las pinturas de Pugh no pudo revelar ninguna señal que sugiriera dicha deficiencia. Esto concuerda con los trabajos previos ya mencionados que declaraban que no era posible diagnosticar con certeza una deficiencia de visión del color basándose en el trabajo de un artista.
Andrew Anderson, Associate Professor, Department of Optometry & Vision Sciences, University of Melbourne
Este artículo fue publicado originalmente en The Conversation. Lea el original.
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