En el emocionante escenario de la fundación de Apple, donde las mentes creativas de Steve Jobs y Steve Wozniak brillaban con fuerza, hubo un tercer jugador que a menudo queda en las sombras: Ron Wayne. Este hombre, proveniente de un trasfondo en Atari, desempeñó un papel crucial en los primeros días de la compañía que cambiaría la historia de la tecnología para siempre.
Antes de que el mundo conociera el iPhone y el iPad, estaba el Apple I, el primer paso en el viaje de Apple hacia el estrellato tecnológico. Y fue precisamente Ron Wayne quien, junto con Jobs y Wozniak, firmó el contrato fundacional el 1 de abril de 1976, marcando así el inicio de una era revolucionaria.
Sin embargo, la historia de Wayne en Apple no sería la de un viaje tranquilo hacia el éxito. A pesar de poseer el 10% de la empresa en sus inicios, Wayne pronto comenzó a sentir los apremios de la incertidumbre y la responsabilidad financiera. Jobs y Wozniak eran jóvenes veinteañeros visionarios, pero también eran como torbellinos, y Wayne, con sus más de 40 años en ese momento, se sentía como el «adulto en la habitación».
«Yo era prácticamente el adulto en la habitación. Tenía unos 40 años, esos chicos tenían alrededor de 20», recordó Wayne años después. «Entonces, una semana y media después, cuando tuve tiempo para pensar, hice lo que la mayoría pensaba que era absolutamente loco. Hice que mi nombre fuera retirado del contrato».
Su salida de la compañía, aunque sorprendente para algunos, estuvo marcada por la preocupación por las obligaciones financieras asociadas con los primeros contratos importantes de Apple. Jobs estaba firmando contratos de suministro para el Apple I con clientes como «The Byte Shop», adquiriendo los componentes a crédito.
“Tenía muy buenas razones para retirar mi nombre del contrato”, explicó Wayne en una entrevista televisiva en 2016. “La razón principal era que habíamos comenzado una empresa. Y si fallábamos, Jobs y Woz no habrían tenido ni dos monedas en sus bolsillos. ¿Quién se quedaría colgado? Bueno, yo tenía una casa, un coche, y una cuenta bancaria también. Era práctico. Así que era financieramente vulnerable».
Pero más allá de las preocupaciones financieras, Wayne también deseaba ser dueño de su propio destino. «Me di cuenta de que estaba en la sombra de dos grandes. Nunca iba a tener mi propio proyecto. No me gustaba la idea de pasar los próximos 20 años detrás de montañas de papeleo en una oficina. Esa fue otra razón para irme».
Su salida de Apple por un modesto pago de $800 puede parecer sorprendente a primera vista, pero para Wayne, fue una decisión tomada con claridad. «Esos chicos eran agitadores salvajes, como tener que sostener un tigre por la cola. Si me hubiera quedado en Apple, habría sido atrapado en un apuro. Solo sería el hombre más rico del cementerio».
A pesar de las dudas y las incertidumbres, Wayne nunca mostró arrepentimiento por su decisión. Mientras Jobs y Wozniak se convertían en millonarios instantáneos con la salida a bolsa de Apple en 1980, Wayne siguió adelante con su vida sin quejarse.
«La razón por la que no lo hice es muy simple», dijo Wayne. «¿Debería enfermarme por todo esto, además de todo lo demás que está pasando? No tenía sentido. Simplemente levántate y sigue adelante. No quería desperdiciar mis mañanas lamentando mis ayeres. ¿Significa esto que soy insensible y no siento el dolor? Por supuesto que no. Pero lo manejo yendo al siguiente paso. Eso es todo lo que cualquiera de nosotros puede hacer».
Años después, Wayne tuvo un encuentro memorable con su antigua compañía. Invitado por Jobs a una presentación en San Francisco, recibió un trato de primera clase, con boletos de avión y una lujosa estadía en el Hotel Mark Hopkins. Después de la presentación, Jobs, Wozniak y Wayne compartieron una larga comida en la cafetería de Apple, recordando los viejos tiempos.
Aunque su paso por Apple fue breve, Ron Wayne dejó una marca indeleble en la historia de la compañía. Desde el diseño del primer logo de Apple, hasta sus contribuciones no reconocidas al diseño del Apple II, su legado perdura en los cimientos de una de las empresas más icónicas del mundo.
En última instancia, la historia de Ron Wayne es un recordatorio de las decisiones que tomamos en la vida y cómo estas moldean nuestro destino. Aunque vendió su parte de una empresa que se convertiría en un gigante tecnológico, Wayne sigue siendo parte integral de la fascinante historia de Apple, un hombre que decidió escribir su propio camino en lugar de quedarse atrapado en la sombra de los gigantes.
Y así, mientras el contrato original de Apple que alguna vez poseyó Wayne se subastaba por millones de dólares, él mira hacia atrás con una mezcla de nostalgia y resignación. «Lo siento por este incidente. Pero, ¿qué puedo decir? Es la historia de mi vida, ¿verdad? Un día tarde y un dólar corto en mi bolsillo».
En un giro irónico del destino, Ron Wayne, el hombre que una vez vendió su parte de Apple por $800, ahora se encuentra inmortalizado en la historia como el cofundador olvidado, el tercero en discordia en la saga de la empresa que cambió el mundo.
Con información de: Wikipedia / cultofmac / mac-history | Foto: Wikimedia
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