En pleno asalto alemán a la Unión Soviética durante la Segunda Guerra Mundial, la ciudad de Leningrado era objetivo estratégico para controlar el suministro de hierro de Suecia a Alemania, además de ser simbólicamente una ciudad muy importante para los rusos. La resistencia férrea del Ejército Rojo, hizo que los nazis decidieran cercar la ciudad y así generar un bloqueo que por casi 900 días provocó una hambruna de proporciones inimaginables. Más de un millón doscientos mil muertos fue el resultado del sitio de Leningrado, por efectos de la inanición, el frío e infructuosos combates. Ha sido el bloqueo de guerra más letal de la historia, el evento más horroroso de la Segunda Guerra Mundial. “Leningrado debe ser borrado de la faz de la tierra. No nos interesa en absoluto salvar civiles”, llegó a declarar Adolf Hitler.
Antecedentes
En plena invasión alemana a la Unión Soviética como parte de la Operación Barbarroja en 1941, Leningrado era un objetivo apetecible para los nazis. Adolfo Hitler planeaba borrar de la faz de la tierra a Leningrado (la ciudad hoy de nuevo llamada San Petersburgo). Era la cuna de la revolución, antigua capital del Imperio Ruso por más de doscientos años y el símbolo de la cultura rusa. Además, en aquella época ahí se encontraba la única fábrica productora de tanques pesados, coches y trenes blindados del mundo. Era la fábrica de Kirov, que tan solo en ese año produjo más de 700 tanques KV-1 y КV-2.
El Grupo de Ejércitos Norte de Alemania debía tomar Leningrado y luego esperar a la llegada del Grupo de Ejércitos Centro antes de avanzar hacia Moscú. Si bien el Alto Mando Alemán opinaba que esta última ciudad era más importante que Leningrado, Hitler pensaba que la conquista de esta neutralizaría a la flota rusa del Báltico, permitiendo el transporte de hierro desde Suecia hasta Alemania. En 1939, la ciudad era responsable del 11 % de toda la producción industrial soviética. Su ubicación era ideal para planificar la dominación del resto de la Unión Soviética. Hitler consideraba que tomar el control de dicho centro urbano era esencial para que la invasión a la Unión Soviética fuera exitosa.
La evacuación de los habitantes de la ciudad comenzó en junio de 1941, cuando Alemania atacó a la URSS y empezó la Segunda Guerra Mundial. La mayoría de los ciudadanos se negaba a dejar la ciudad, esperando que supieran defenderla. No hubo ningún plan especial para la evacuación, por eso se hizo caóticamente. En el verano, evacuaron a cerca de 500.000 personas, pero posteriormente 175.000 de ellas se vieron obligadas a regresar.
Hitler no era el único que quería ver caer Leningrado. En 1939 la URSS había intentado invadir Finlandia, al negarse ésta a ceder parte de su territorio para salvaguardar a Leningrado en la llamada Guerra de Invierno. Los soviéticos lograron penetrar por la frontera, y se conformaron con anexarse unas porciones del territorio finlandés alrededor del lago Ládoga. Tras esto, los finlandeses empezaron a armarse de nuevo, con la intención de vengarse en el futuro. Cuando Hitler invadió la URSS, Finlandia formó inmediatamente una alianza con Alemania con objeto de recuperar los territorios perdidos.
Ataque alemán y finés a Leningrado
La ofensiva alemana comenzó el 8 de agosto de 1941, comandados por el mariscal Wilhelm von Leeb comandante del Grupo de Ejércitos Norte. El día 13, el Ejército alemán capturó la ciudad de Novgorod, cortando de esa forma la carretera principal Leningrado-Moscú. La línea Luga, una serie de fortificaciones soviéticas a lo largo del Río Luga, fue rebasada por el sur, lo que obligó a los defensores soviéticos a retirarse hacia Leningrado.
Casi al mismo tiempo, los finlandeses comenzaron la invasión desde el norte, reconquistando el istmo de Carelia hacia agosto de 1941. Sin embargo, detuvieron su avance hacia Leningrado en la antigua frontera de 1939. El gobierno finés se negó a seguir adelante, a pesar de que Alemania le presionaba para que participara en el asalto a Leningrado. Al contrario que el resto de países aliados de los nazis, Finlandia nunca cedió el control de sus tropas a un general alemán, manteniendo en todo momento su independencia militar; con posterioridad solo efectuaron ataques limitados hacia Leningrado. Los finlandeses incluso dieron inicio a una desmovilización parcial de sus tropas tras recuperar los territorios perdidos en la Guerra de Invierno.
Los líderes soviéticos no habían previsto una amenaza contra la ciudad proveniente del oeste, por lo que carecía de defensas en esa dirección. Hasta 500.000 civiles, muchos de ellos mujeres y niños, trabajaron en las fortificaciones de campaña alrededor de la ciudad a medida que las tropas nazis avanzaban a través de los países bálticos durante julio y agosto.
El 25 de agosto, los alemanes capturaron Chúdovo, en la línea principal de ferrocarril entre Moscú y Leningrado. Cinco días más tarde tomaron el importante nudo ferroviario de Mga, y el 8 de septiembre, la 20.º División Motorizada ocupó Shlisselburg, en la esquina sureste del lago Ládoga, a 37 kilómetros al este de la ciudad, completando de esta manera el cerco de la ciudad. El 26 de agosto de 1941, finalmente el Alto Mando soviético dio permiso a la Flota del Báltico para evacuar de Tallin a Kronstadt 104 barcos, 25 transportes y numerosos barcos auxiliares. Además fueron evacuadas las tropas del 10.º Cuerpo de Fusileros.
Los enormes cañones de la Flota del Báltico frenaron en seco la primera ofensiva alemana en 1941 a tan solo siete kilómetros de Leningrado, sus poderosos cañones eran capaces de lanzar por los aires los tanques alemanes, tan solo una de estas baterías navales fue capaz de destruir 35 tanques alemanes, doce posiciones de artillería, un batallón de infantería y un tren militar alemán cargado de soldados y municiones. Entonces el mariscal de campo Wilhelm von Leed Comandante del Grupo de Ejércitos Norte, decidió que fuera la Luftwaffe quien despejara el camino a Leningrado hundiendo los barcos de la Flota del Báltico, pero que siguieron funcionando para defender de forma estacionaria a Leningrado.
La poderosa demostración de fuego de la Flota Soviética y el traslado de la mayor parte de la Luftwaffe y de las unidades blindadas del Grupo de Ejércitos Norte para apoyar la gran ofensiva nazi contra Moscú en la Operación Tifón, impidió a la Wehrmacht ocupar rápidamente Leningrado, por lo que el Alto Mando Alemán ordenó al Grupo de Ejércitos Norte, atrincherarse y dejar morir de hambre a la población y a la guarnición de la ciudad. Con sus dos divisiones Panzer y sus dos divisiones motorizadas restantes, el Grupo de Ejércitos Norte fue incapaz de hacer progresos en los ataques terrestres. En su lugar comenzaron a bombardear la ciudad con artillería pesada y ataques de la Luftwaffe. El día 12, las bombas alemanas destruyeron el principal almacén de alimentos de la ciudad, hecho que marcaría el comienzo de dos años de hambruna y sufrimiento.
Durante los momentos más críticos, cuando el ejército alemán rodeó la ciudad y el destino de Leningrado pendía de un alfiler, Iósif Stalin ordenó al comandante Gueorgui Zhúkov organizar la defensa. Este supo en pocos días movilizar a los habitantes de la ciudad para la defensa. Los ancianos, mujeres y niños elevaron fortificaciones, produjeron armamento y tecnología en las fábricas, cosieron la ropa de los soldados. Con esfuerzos increíbles, los habitantes consiguieron defender su ciudad, otro motivo para que la ofensiva alemana fuera detenida.
Casi 900 días de hambre
El 11 de septiembre de 1941, Stalin envió al general de ejército Gueorgui Zhúkov y a un grupo reducido de personal militar a la ciudad sitiada para hacerse cargo de la defensa y sustituir al mariscal Voroshilov, el cual había demostrado una enorme incompetencia. Stalin despidió personalmente a Zhúkov y le dijo «tome esta nota y entréguesela a Voroshilov». La nota decía simplementeː «entregue a Zhukov el mando del Frente y regrese a Moscú inmediatamente». Voroshilov fue acusado de «errores graves cometidos en la defensa de Leningrado», para cualquier otro general esto hubiera significado una sentencia de muerte pero debido a la amistad que lo unía con Stalin, fue perdonado y destinado a un puesto sin importancia en la retaguardia.
El 12 de septiembre de 1941 hicieron un recuento de todas las reservas de productos alimenticios. Eran suficientes sólo para un mes y medio. El hambre verdadera comenzó en noviembre. Se hicieron frecuentes los casos de desmayos por hambre, la gente moría de agotamiento. Fue prácticamente imposible recibir reservas de productos alimenticios por aire, mientras que el hielo del lago Ládoga era demasiado fino y no resistía el paso de los vehículos.
En cuanto Zhúkov tomó el mando de la ciudad, rápidamente se puso en acción para remediar la difícil situación. Dividió Leningrado en seis sectores defensivos. Sin perder ni un minuto se cavaron trincheras, se crearon fortines y se distribuyeron cañones antitanque entre batallones de reserva organizados. Además ordenó a los grandes cañones de la Flota del Báltico que castigasen duramente a las posiciones alemanas. Los barcos contaban nada menos que con 338 cañones de gran calibre que podían dispararse desde las embarcaciones o trasladarse a tierra para formar baterías costeras. Después de tomar estas medidas, el 17 de septiembre, Zhúkov dictó la orden, a las tropas soviéticas que defendían el perímetro de defensa de la ciudad; de que cualquier soldado u oficial que fuera sorprendido retirándose del frente sin permiso sería fusilado de inmediato.
Aunque los aviones de la Luftwaffe la bombardeaban cada mañana, sin tregua, el arma mortífera, la más cruel, resultó ser el hambre. Los científicos alemanes, calculando concienzudamente las ratios de muertes por inanición, predijeron que la ciudad se extinguiría como una vela en apenas unas semanas. Los bombardeos alemanes mataron a 5723 e hirieron a 20.507 civiles en Leningrado durante el asedio.
Ya que con el comienzo del bloqueo la posibilidad de salir de Leningrado fue restringida, en el invierno de 1941-1942 comenzó a funcionar el así llamado «Camino de la Vida», que iba a través del lago Ládoga. En unos meses consiguieron evacuar cerca de 660.000 personas, en su mayoría eran niños debilitados por el hambre.
Según Zhukov, «antes de la guerra, Leningrado tenía una población de 3.103.000ː 3.385.000 contando los suburbios. Se evacuaron hasta 1.743.129, incluidos 414.148 niños» entre el 29 de junio de 1941 y el 31 de marzo de 1943. Fueron trasladados a la zona del Volga, los Urales, Siberia y Kazajistán.
El invierno resultó muy frío y largo. Desde el otoño prácticamente no hubo electricidad, ni calefacción y dejó de circular el transporte. Para llegar al trabajo los ciudadanos gastaban sus últimas fuerzas para cruzar las calles cubiertas de enormes capas de nieve. Unos caían agotados, otros se congelaban sin fuerzas para levantarse y seguir. Los soviéticos además montaron una pantalla frente a las fuerzas enemigas dándoles la sensación de que el sitio era completamente inútil (ruidos de tranvías funcionando pregrabados, conciertos sinfónicos con alto parlantes, etc.). A su vez, los alemanes hacían funcionar las cocinas de campaña en los extremos del perímetro, haciendo llegar olores de alimentos transportados por la brisa hacia la ciudad.
Los meses más duros fueron enero y febrero de 1942. Tan sólo la parte de la población que trabajaba pudo recibir un poco de pan. Se hicieron más frecuentes los casos de canibalismo. La fase más atroz del bloqueo empezó a principios de año, cuando el sistema de distribución de provisiones se quebró y las raciones de pan se limitaron a 125 gramos diarios —una rebanada del tamaño de una pastilla de jabón—, unas hogazas amasadas con harina, serrín, celulosa y alpiste. El dinero no tardó en volverse obsoleto. La población vivía en un constante estado de desesperación y angustia. Los trabajadores manuales recibían seiscientos gramos de pan al día, los estatales cuatrocientos gramos y los demás civiles debían arreglárselas con apenas trescientos gramos. Sin electricidad, agua potable ni calefacción, a temperaturas que alcanzaron los 40 grados bajo cero. Los casi tres millones de habitantes de Leningrado, entonces una ciudad vibrante y cultivada, se comieron los caballos, los gatos, los perros y los cuervos. Las gentes arrancaban el papel pintado de las paredes, hervían los lomos de los libros y los cinturones de cuero para conseguir, con la gelatina o el pegamento, una sopa infame que aromatizaban con hojas de laurel.
Al quemarse los depósitos de azúcar, su contenido se derritió y se esparció por los alrededores. La gente empezó a mezclar la tierra de esos lugares con harina para poder hornear aunque sea el alimento más básico para seguir con vida.
En diciembre de 1942 el NKVD arrestó a dos mil ciento cinco caníbales agrupándolos en dos categorías: comedores de cadáveres y comedores de personas. Estos últimos se les distinguía de los otros porque habían asesinado a sus víctimas. Solo el dos por ciento de los arrestados poseía antecedentes criminales. La mayoría de los asesinatos ocurrían para robar tarjetas de racionamiento
Las cifras de muertos varían. Unos aseveran que fueron ochocientas mil, otros, un millón y medio de personas que murieron de frío, hambre y enfermedades sobrevenidas. Se desplomaban en las colas del racionamiento. Alguien intentaba llevar a un familiar fallecido hasta el cementerio, arrastrándolo en un trineo, pero, consumido por el sobreesfuerzo, abandonaba el cuerpo en mitad de la calle gélida, a merced de la intemperie. Sálvese quien pueda. Aparecieron bandas de gánsteres y caníbales, y no resultaba extraño encontrar en una esquina un cadáver con las nalgas rebanadas
Radio Leningrado seguía funcionando gracias al generador de un barco atrapado en las aguas congeladas del Neva. En los huecos de la programación se emitía el sonido de un metrónomo para recordar que la ciudad aún seguía latiendo. Bum, bum, bum, era el sonido.
La situación se mejoró un poco durante la segunda mitad de 1942. Los suministros de pan se hicieron relativamente regulares. Según los recuerdos de los participantes en aquellos sucesos trágicos, eso era una verdadera fiesta, las personas se abrazaban y lloraban de felicidad en las panaderías.
En enero de 1943 los rusos consiguieron romper el bloqueo. En aquel momento en la ciudad quedaban solo 800.000 personas, mientras que el 1 de enero de 1941 la población ascendía a tres millones de ciudadanos. La ciudad de Leningrado fue liberada por completo en un año. Todo esto coincidía con el debilitamiento del ejército alemán en el frente oriental, tras la derrota de Stalingrado.
Aguantaron hasta el 27 de enero de 1944, cuando la ofensiva soviética por fin expulsó a los invasores alemanes de las fronteras de Leningrado en una batalla de proporciones masivas.
El 14 de enero de 1944, el Ejército Rojo lanzó la Ofensiva de Leningrado-Novgorod que finalmente expulsó a las tropas nazis de las afueras del sur de la ciudad. Este fue un esfuerzo combinado de los Frentes de Leningrado al mando de Leonid Góvorov y del Frente del Vóljov al mando de Kirill Meretskov y parte del 2.º Frente Báltico. La Flota del Báltico proporcionó el 30% de la potencia de la aviación para el ataque final contra la Wehrmacht. El 10 de junio de 1944, las fuerzas soviéticas atacaron desde ambas orillas del lago Ládoga a los finlandeses, haciéndolos retroceder hasta la frontera de 1939.
El 26 de enero de 1944, Joseph Stalin declaró que el Sitio de Leningrado había sido levantado y que las fuerzas alemanas fueron expulsadas del Óblast de Leningrado. El levantamiento del bloqueo de 900 días se celebró en Leningrado ese día con veinte salvas de 324 cañones.
Algunas experiencias
Los ciudadanos de Leningrado describían detalladamente en sus diarios las miles de muertes. En uno de ellos se apuntó: «Hoy, cuando pasaba por la calle, una persona caminaba por delante. Movía sus pies con muchos esfuerzos. Al adelantarle, me fijé sin querer que tenía una cara siniestramente azul. Pensé que probablemente moriría pronto. Luego de unos pasos, me volteé, paré y seguí observándole. Se estaba desvaneciendo, sus ojos se le pusieron en blanco, empezó a caer despacio a la tierra. Cuando me acerqué, ya estaba muerto. La gente se hizo tan débil por el hambre que ya no ponía resistencia a la muerte. Morían como si fueran a dormir. Las personas semivivas que les rodeaban no les hacían caso.»
El filólogo ruso Dmitri Likhachov, que sobrevivió junto con su familia a los meses más pesados del sitio, escribió: «Dejaban a los que morían: las madres, padres, mujeres, niños; dejaban de alimentar a los que ya no tenía sentido alimentar; escogían entre sus niños a quién iban a salvar; buscaban oro en los cuerpos de muertos; les arrancaban los dientes si eran de oro; les cortaban los dedos para quitarles sus anillos de boda; desvestían los cadáveres en la calle para conseguir la ropa para los vivos; cortaban los restos de la piel de los cadáveres para cocer sopa para los niños; estuvieron listos para cortar trozos de carne de sus propios cuerpos para alimentar a sus hijos; escribían diarios y notas para que después alguien supiera cómo morían millones. Si eran terribles los bombardeos y ataques de la aviación alemana, ¿a quién podían asustar? Solamente el que muere de hambre puede hacer una gran infamia o un gran sacrificio de sí mismo, sin temer a la muerte».
Imagen portada: Shutterstock
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