En 1564 se descubrió el grafito, en Cumberland, Inglaterra. Esto permitió la invención de los lápices de grafito, que se introdujeron en Francia, en la corte de Luís XIII.
En 1792 el ingeniero francés Jacques-Nicolás Conté, ideó unos lápices de grafito y arcilla, rodeados de madera de cedro. Pronto se impusieron en todo el mundo. Aunque otras documentaciones indican que el verdadero inventor fue el hijo de un carpintero, el austriaco Joseph Hardtmuth.
La dureza de los lápices depende de la proporción entre grafito (una variedad del carbono) y arcilla: cuanto más grafito se utilice, más blando u oscuro es el trazo del lápiz. Se mezclaba polvo de grafito con arcilla, cortando en pequeñas barras que luego se cocían.
En 1812 el estadounidense William Monroe perfeccionó este proceso.
En las últimas décadas del Siglo XX, Brasil era uno de los principales productores de lápices, con 4,500 millones de unidades por año.
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