Cuando preguntamos algo a alguien, lo que solemos hacer es interpelar a la persona en cuestión con el objetivo de que nos brinde una respuesta con la información que buscamos. De esta manera, podemos preguntar dónde queda una dirección o qué hora es, por citar dos preguntas frecuentes.
Hay preguntas, sin embargo, que se realizan sin esperar una respuesta. Se trata de las denominadas preguntas retóricas, que incluso pueden no contar con un destinatario específico.
Estas interrogaciones pueden considerarse como una figura literaria o un recurso expresivo. A diferencia del resto de las preguntas, que apuntan a obtener un dato del interlocutor, las preguntas retóricas intentan que el oyente reflexione sobre un asunto o que adopte un cambio en su conducta.
Supongamos que un joven le cuenta a un amigo que planea cruzar una avenida con los ojos cerrados para hacer una broma. Al escuchar la idea, el otro muchacho le pregunta: “¿Estás loco?”. Esta pregunta no espera una respuesta, sino que intenta llamar la atención a la otra persona para que modifique su pensamiento.
Las preguntas retóricas son frecuentes en los vínculos en los que existe una autoridad y un subordinado. Una maestra, de este modo, puede preguntar a un alumno: “¿Cómo tengo que pedirte que hagas silencio mientras doy la clase?”. Otra posibilidad es que la madre interrogue a su hijo: “¿En qué idioma debo hablarte para que me hagas caso?”.
Cabe destacar que las preguntas retóricas incluso pueden ser cuestionamientos a uno mismo: “¿Qué me ocurre hoy?”, “¿Por qué vuelvo a cometer el mismo error?”.
@Culturizando
Fuente: definicion.de
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