El bombardeo de Tokio del 26 de mayo de 1945 fue uno de los últimos grandes ataques aéreos llevados a cabo por las fuerzas estadounidenses contra Japón durante la Segunda Guerra Mundial. El ataque fue parte de una campaña de bombardeos estratégicos que buscaba debilitar la capacidad de producción industrial y la moral de la población japonesa.
El bombardeo comenzó en la noche del 25 de mayo de 1945 y continuó hasta la mañana del 26 de mayo. Fue llevado a cabo por más de 500 aviones B-29 Superfortress de la Fuerza Aérea de los Estados Unidos, que arrojaron aproximadamente 4.000 toneladas de bombas incendiarias sobre la ciudad de Tokio.
Las bombas incendiarias causaron un enorme daño en la ciudad, destruyendo gran parte de los edificios y dejando a cientos de miles de personas sin hogar. Se estima que murieron alrededor de 5.000 personas en el ataque y que otras 100.000 resultaron heridas. Además, muchos más murieron en los días y semanas posteriores debido a las heridas y las enfermedades relacionadas con el ataque.
Este bombardeo fue uno de los muchos ataques aéreos llevados acabo por las fuerzas estadounidenses contra Japón durante la Segunda Guerra Mundial, y fue particularmente devastador debido al uso masivo de bombas incendiarias. Estas bombas eran especialmente efectivas para destruir edificios y causar incendios en áreas densamente pobladas.
El bombardeo de Tokio del 26 de mayo de 1945 no fue el único ataque aéreo de este tipo que sufrió la ciudad. En marzo de 1945, la ciudad había sido objeto de un ataque similar que causó la muerte de más de 100.000 personas y dejó sin hogar a más de un millón.
En última instancia, los bombardeos estratégicos llevados a cabo por las fuerzas estadounidenses y sus aliados contribuyeron a la rendición de Japón en agosto de 1945 y el fin de la Segunda Guerra Mundial en Asia y el Pacífico. Sin embargo, estos ataques también causaron enormes pérdidas humanas y daños materiales, y han sido objeto de controversia y debate desde entonces.
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