Al más puro estilo de Sherlock Holmes, la primera prueba que hizo el patentador del teléfono fue llamar a su ayudante Thomas A. Watson, muy pendiente al otro extremo, en la habitación de al lado. Ese 10 de marzo de 1876 -tres días después de su lucha por la patente con Elisha Gray- en el laboratorio de Boston, Graham Bell artículo sus primeras palabras, comunicándose con la famosa ya frase: “Sr. Watson, venga, quiero verle” (‘Mr. Watson–come here–I want to see you’). Así lo describía Graham Bell en su diario:
“Entonces grité por la boquilla la siguiente frase: ‘Sr. Watson—venga—quiero verle’. Para mi deleite, vino y me declaró que había oído y entendido lo que había dicho. Le pedí que me repitiera las palabras. Contestó: ‘Ha dicho ‘Sr. Watson, venga, quiero verle”. Entonces, cambiamos de lugares y escuché por el altavoz mientras que el Sr. Watson leía un pasaje de un libro por la boquilla.”
Así, Graham Bell llevaba a la práctica su gran obsesión: trasmitir la voz humana por un aparato electrónico. El habla y la naturaleza del sonido había sido el foco de toda su carrera. Su padre y su abuelo eran logopedas, mientras que tanto su madre como su esposa -su antigua alumna Mabel Hubbard- eran sordas.
Foto: Alexander Graham Bell / Shutterstock
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