Aretha Franklin, la reina del soul: un escándalo de voz. Activista social. Colaboradora artística. Diva.
Su voz está arraigada en el canon de la música estadounidense, y ha alcanzado logros asombrosos. Pero para mí, un período de su carrera destaca como el más significativo: los años que siguieron a su abandono del mundo del góspel.
Su salto a la música más comercial significó un paso enorme en un segmento de la industria dominado por hombres que tenían ideas muy concretas sobre cómo debía cantar una mujer y sobre qué debía cantar.
Su capacidad para mantener el control sobre su carrera supuso un momento decisivo para las cantantes femeninas que buscaban encontrar y mantener su propia voz artística.
Columbia intenta moldear a una estrella
Aretha Franklin comenzó su carrera en Detroit cantando góspel bajo la tutela de su padre, C.L. Franklin. Como madre adolescente de dos hijos a mediados de la década de 1950, seguir con el góspel habría sido un camino sensato.
Durante la década de 1950, varios cantantes de góspel comenzaron con éxito la transición a la música secular, incluyendo notables ejemplos como Sam Cooke y Willie Mae Thornton. La ambiciosa Franklin siguió sus pasos y se fue de Detroit a Nueva York.
En 1960, Aretha Franklin firmó un contrato con Columbia Records después de ser perseguida por John Hammond, un ejecutivo de talento que, al principio de su carrera, había fichado a Billie Holiday.
En Columbia, Franklin grabó su primer álbum no-góspel, Aretha: With the Ray Bryant Combo, lanzado en febrero de 1961. Hubo críticas contrapuestas. No tanto por la calidad del disco como por el batiburrillo de canciones que incluía.
El álbum se abre con “Won’t Be Long”, una canción escrita por John Leslie McFarland, autor de varios éxitos para rockeros de la década de 1950 como Bill Haley y Elvis Presley.
La canción es una pieza de R & B con un toque de rock ‘n’ roll. El papel de Franklin en la canción y el álbum es únicamente como vocalista. Los arreglos de la canción y del piano –dos de los puntos fuertes de Franklin– se dejaron a su conjunto de acompañamiento masculino y al equipo de producción.
Como muchas de las canciones de rock, habla de esa permanente fantasía masculina sobre chicas que se quedan añorando a los chicos que se han ido.
“Me siento tan sola desde que el hombre se fue”, canta, recordando el tema recurrente. A pesar del mensaje, es la voz de Franklin, jubilosa y fuerte, la que toma las riendas. Al final, el significado de la letra ya no importa. Lo que queda es Franklin, quien claramente no parece molesta con la idea de que su hombre se quede o se vaya.
Después de “Won’t Be Long”, las cosas se vuelven realmente extrañas. La energía de la apertura se esfuma cuando comienza la versión de “Over the Rainbow”. La yuxtaposición de estas dos canciones personifica la naturaleza confusa de su primer álbum. Es casi como si los ejecutivos de Columbia no pudieran decidir qué nicho de “cantante popular femenina” Franklin debería ocupar, así que probaron un poco de todo.
El resto del álbum mantiene el mismo estilo aleatorio; Franklin versiona clásicos de Gershwin a Meredith Wilson, con una sobredosis de melodías de McFarland en el medio.
El álbum no tuvo mucho tirón, y su carrera en Columbia solo puede describirse como frustrante, con sus impulsos artísticos continuamente reprimidos por una compañía que aparentemente quería moldear a una estrella en lugar de a una artista.
Liberando a Franklin
Franklin se exasperó con una discográfica que no entendía ni apoyaba la música que ella intentaba crear. En 1966, después de nueve álbumes, Columbia y Aretha Franklin se separaron.
Y apareció Jerry Wexler, el pionero del R & B y ejecutivo de Atlantic Records que había seguido de cerca su carrera. Liberada de Columbia, Franklin firmó con Atlantic Records, que ya era conocida como una de las mejores discográficas de R & B en Estados Unidos.
La estrategia de Wexler con Franklin fue simple. En lugar de intentar adherirse a normas más antiguas, como los productores de Columbia, Wexler simplemente se mantuvo al margen de Franklin, dándole una libertad que la llevó a crear la música soul más emocionante y con visión de futuro de la época.
El momento clave llegó cuando Wexler organizó una sesión de grabación en los legendarios estudios FAME en Muscle Shoals, Alabama.
Esa sesión dio lugar a la canción “I Never Loved a Man the Way I Loved You”, que se grabó en vivo en el estudio. Temáticamente, “I Never Loved a Man” no es tan diferente de la versión de Columbia de “Won’t Be long”, ya que esencialmente juega con la misma fantasía masculina.
Pero la música es claramente de Franklin.
Utilizando músicos de Muscle Shoals y Stax Records de Memphis, la canción contiene una determinación y una energía que no aparece en las grabaciones de Columbia. Con enfáticos vientos y arreglos de guitarra de blues, la banda secunda a Franklin, pero lo hace sin sobreactuar.
Aunque “I Never Loved a Man” es el primer tema que se grabó (y el que da título al álbum), la canción de apertura fue la que realmente lanzó a Franklin al estrellato.
Coloque la aguja en el disco y escuchará vientos y un valiente riff de guitarra. Cuando Franklin inicia el primer verso: “What you want, baby I got it”, se puede escuchar su piano golpeando como una segunda batería, añadiendo un boom de percusión a toda la canción.
Según Wexler, la idea de versionar “Respect” y los arreglos fueron de Franklin. Después de escuchar la canción que muchos consideran ahora como un himno feminista, en lugar de una canción sobre una relación de pareja, Otis Redding, que escribió el tema, le dijo a Jerry Wexler: “Esa muchacha se ha quedado mi canción”.
El resto es historia.
Adam Gustafson, Instructor in Music, Pennsylvania State University
Este artículo fue publicado originalmente en The Conversation. Lea el original.
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