El pintor alemán de estilo romántico Caspar David Friedrich realizó una de las obras de arte más simbólicas del siglo XIX. ‘Arco iris en un paisaje de montañas’ presenta una escena paisajística llena de símbolos y significados relacionados con la religión. ¡Conoce más de esta imponente pintura!
Caspar David Friedrich fue un pintor alemán promotor del movimiento artístico romántico. Durante la primera década del siglo XIX Friedrich realizó algunos viajes por el mar Báltico y toda la región alemana.
Estos viajes sirvieron de inspiración para la creación de una serie de lienzos, dos de ellos contenían dos paisajes con arcoiris pintados entre 1809 y 1810. El paisaje con arco iris, –hoy perdido-, y Arco iris en un paisaje de montañas.
Arco iris en un paisaje de montañas
El óleo sobre lienzo con formato horizontal fue inspirado en la región norte de Bohemia, lugar que el pintor conocía bien gracias a los viajes que realizó entre 1807 y 1808.
La obra presenta unas pocas montañas cubiertas por la oscuridad de la noche, la cual es cortada por un brillante arco iris de color blanco. En la parte baja un viajero complementa el cuadro.
En la pintura se pueden observar tres capas que se superponen entre sí. La primera, es donde se encuentra un hombre -el mismo Friedrich-, contemplando el horizonte mientras se apoya en una roca con destacado traje blanco y rojo, contrastando claramente con el entorno natural en el que se desarrolla la escena.
En segundo plano se encuentran los árboles y las montañas. Posicionado en el centro se alza el pico Rosenberg, “un símbolo de unión entre el hombre y la divinidad”. Es una alegoría de Dios y de su presencia remota en la Tierra.
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Sin embargo, la segunda capa puede ser analizada a partir de la geometría de la pintura. Los árboles y las montañas son triangulares, figura geométrica que representa el ascenso del ser humano a través de los desafíos que debe pasar durante su vida.
La tercera y última capa es la que más llama la atención, la presentación del arco iris “lunar”, lo cual es imposible de presenciar, pero que en este caso une lo terrenal con lo divino.
Si bien esta pintura puede tener muchas interpretaciones, una puede considerarse como la lectura final de este trabajo. El hombre yace entre la oscuridad del frente y la luz de arriba, en última instancia, si elige pararse en la luz que cae sobre él, es su elección.
Con información de: Es academic | Arte la guía 2000 | Lievarts
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