Por Échale Pichón Podcast | Todos tenemos manías pero los presidentes de Venezuela, más. A través de los años, podríamos decir, de un siglo, se ha mantenido el recuerdo de las manías y particularidades de algunos hombres notables de Venezuela, especialmente de los que llegaron a escalar la Presidencia de la República. En este nuevo episodio de Échale Pichón, conoceremos algunas anécdotas curiosas.
Bolívar estaba en su quinta cuando llegó Manuelita a su lado. Todo eran visitas de personajes, de diplomáticos. La casa estaba invadida noche y día por gente que iba a visitar al Libertador, quien no tenía tiempo ni para reposar, menos para dedicarlo a la amada.
Una tarde… Bolívar salió hacia un parque cercano a pasear y se detuvo ante una negrita que lavaba la ropa a la orilla del río.
La interrogó sobre cosas de su vida: ¿Cuánto ganaba? ¿Sabía que ya era libre? ¿No conocía al Libertador?… En esto lo encontró Manuelita, quien en arrebato de celos le arañó la cara.
Pues bien, Bolívar tuvo que permanecer muchos días encerrado en su cuarto hasta que los rasguños desaparecieron…
Pero ya él había perdonado estos abusos a su «loca adorada…»
Otra anécdota interesante de un personaje también muy interesante, es la del general Crespo quien es recordado por el Palacio de Miraflores. El lo hizo levantar en la forma como hoy todavía lo estamos viendo. Y con el objeto de inmortalizarse dejó grabado su retrato y el de su esposa en las paredes y cornijones, sino que hasta en el suelo, en las locetas del pavimento, está escrito su nombre y el de doña Jacinta.
Otra historia es la de Guzmán Blanco, con quien Caracas se fue transformando en una corte versallesca, donde se hablaba en francés, se usaba la última moda de París, y se vivía en «adoración perpetua».
Debido a sus numerosos y prolongados viajes a Europa, quiso transformar la capital en un «pedacito de París».
Así aparecieron sucesivamente en Caracas el Teatro Municipal, que se inauguró bajo el nombre de Guzmán Blanco; el Palacio Federal; el Salón Elíptico, el Museo, el Palacio de las Academias, la Universidad, el Ferrocarril de La Guaira a Caracas, los numerosos puentes y avenidas que llevaban su nombre.
Pero si las excentricidades de Guzmán Blanco os maravillan escuchen las vainas del General Cipriano Castro quien fue el único Presidente de la República que vivió con su señora en la Casa Amarilla.
Allí era donde se celebraban los grandes saraos y fiestas iluminadas en las cuales el General Castro, que había cobrado fama de guapo, solía bailar tocado de un gorrito con una borla que le cabalgaba sobre la nariz. Castro no tuvo predilección por ningún sitio, con excepción, tal vez, de La Victoria, que fue llamada «La ciudad Santa de la Restauración», donde solía retirarse en ocasiones.
¿Y qué decir de Gómez y su amor por Maracay? Para los tiempos de la dictadura gomecista, Maracay era una villa en pleno período de decadencia. Pero una vez instalado Gómez en ella, comenzó a surgir y llegó a conocer épocas de fasto y de grandeza.
Lo primero que construyó el dictador fueron carreteras -las famosas carreteras gomecistas-, cuarteles, un circo de toros, un teatro, una escuela de aviación, una gallera -juego predilecto del mandatario-, las Delicias, donde se retiraba a descansar; el Zoológico, y lujosas quintas donde se instalaban los numerosos amigos y familiares del amo de Maracay. Todo, las fábricas, las haciendas, todo cuanto tenía Maracay era propiedad de Gómez, y hasta las estatuas de los héroes tomaron un día el camino de Maracay.
Conoce más en el nuevo episodio de Échale pichón.
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