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¿Por qué algunas personas con el colesterol alto viven más tiempo?

¿Por qué algunas personas con el colesterol alto viven más tiempo?

La llamada “paradoja del colesterol” sostiene que, en el caso de algunas personas mayores, tener ese marcador alto podría ser incluso beneficioso para su salud.

“Cuando mi doctor me dijo que tenía el colesterol alto, me asusté. Siempre he escuchado que es un factor de riesgo para enfermedades cardíacas”, comenta Juan, de 56 años. “Sin embargo, mis parámetros de salud eran excelentes. Incluso mi médico me dijo que algunas personas con colesterol alto viven más tiempo. No lo entendí, ¿no se supone que es malo?”

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La historia de Juan no es tan excepcional. Durante años, el colesterol ha sido considerado un gran enemigo de la salud, y reducir sus niveles ha constituido un objetivo prioritario en la medicina. Sin embargo, estudios recientes muestran que, en ciertos grupos –especialmente en personas mayores–, tener ese marcador alto podría estar asociado con una mayor esperanza de vida. Este fenómeno se llama “paradoja del colesterol”.

Una grasa omnipresente

El colesterol es una grasa que se encuentra en todas las células del cuerpo y que resulta esencial para mantener su estructura. Desempeña funciones importantes, como la reparación celular y la producción de hormonas, vitamina D y sustancias que ayudan en la digestión.

Como las grasas no se disuelven en la sangre, viaja por el torrente sanguíneo unido a proteínas, formando lo que se conoce como lipoproteínas.

Existen dos tipos principales de colesterol: el “malo” (lipoproteína de baja densidad o LDL) y el “bueno” (lipoproteína de alta densidad o HDL). En España, por ejemplo, se recomienda un colesterol total ideal de menos de 200 miligramos por decilitro (mg/dL). Los límites para el LDL varían: menos de 115 mg/dL para bajo riesgo cardiovascular, inferior a 100 mg/dL para riesgo moderado, menos de 70 mg/dl en el caso de alto riesgo y menos de 55 mg/dL para riesgo muy alto. Los niveles de HDL deben ser superiores a 40 mg/dL en hombres y a 50 mg/dL en mujeres.

Durante años se ha creído que los niveles elevados de colesterol LDL aumentan las posibilidades de sufrir enfermedades cardíacas, ya que puede acumularse en las paredes de las arterias y bloquear el flujo de sangre. Sin embargo, la relación entre esa sustancia grasa y la mortalidad es más compleja de lo que se pensaba inicialmente.

Límites controvertidos

La evolución de los valores límite en las guías clínicas ha suscitado controversias, especialmente sobre la influencia de la industria farmacéutica. Con la disminución de los niveles recomendados de colesterol LDL, ha aumentado el número de personas tratadas con estatinas, lo que algunos consideran beneficioso para la industria. Es más, la participación de expertos financiados por farmacéuticas en los comités que establecen esas guías ha generado dudas sobre posibles conflictos de interés.

Además, diversos estudios cuestionan la reducción extrema del LDL, especialmente en personas sin antecedentes cardíacos. En 2016, el médico danés Uffe Ravnskov y su equipo descubrieron que no había una relación entre niveles altos de ese parámetro y un mayor riesgo de muerte. De hecho, muchas personas con el colesterol “malo” más elevado vivían más tiempo que aquellas con niveles bajos. Otros estudios respaldan estos resultados.

Es importante aclarar que esto no significa que tener el colesterol alto sea bueno. En personas jóvenes o de mediana edad, un LDL elevado sí incrementa el riesgo de enfermedades cardíacas y mortalidad.

¿Por qué ocurre la paradoja del colesterol?

Existen varias teorías que intentan explicar la “paradoja del colesterol”. La más aceptada es que el LDL podría desempeñar un papel protector en el sistema inmunológico. Algunos estudios sugieren que esta lipoproteína puede ayudar a combatir infecciones, ya que se une a bacterias y virus, y los neutraliza. Esto es especialmente importante en personas mayores, cuyo sistema defensivo suele ser más débil.

Otra teoría sugiere que otros factores de riesgo, como la presión alta, la diabetes o el tabaquismo, influyen más en las enfermedades cardíacas que el colesterol. Tener elevado ese parámetro no sería el principal culpable, sino que actuaría junto a estos otros factores.

¿Existe sobretratamiento?

La “paradoja del colesterol” subraya una diferencia fundamental entre la prevención secundaria y primaria en los tratamientos para mantener sus niveles a raya. En la secundaria (para personas con antecedentes de enfermedad cardíaca), los beneficios del uso de estatinas están ampliamente respaldados por la evidencia científica: estos fármacos reducen significativamente el riesgo de eventos cardíacos futuros.

Sin embargo, en la prevención primaria (personas sin antecedentes de enfermedades cardíacas), la relación entre la reducción del colesterol LDL y la disminución del riesgo cardiovascular no es tan clara ni sólida. En estos casos, los efectos secundarios de la medicación (como dolores musculares, diabetes y problemas hepáticos) pueden ser desproporcionados en relación con sus beneficios potenciales.

Además, la expansión de los límites de colesterol considerados “normales” ha incrementado el número de personas sin síntomas cardíacos que reciben terapia farmacológica. Este enfoque preventivo ha suscitado un debate sobre el riesgo de sobretratamiento y el costo asociado de recetar medicamentos a personas con un bajo riesgo cardiovascular. Para estos pacientes, los beneficios de las estatinas podrían ser mínimos, mientras que los efectos adversos y los costos de un tratamiento prolongado serían desproporcionados en comparación con el beneficio clínico.

En conclusión, el colesterol alto sí está relacionado con enfermedades cardíacas, pero la situación es más compleja en adultos mayores. Esto sugiere que el tratamiento debe ser personalizado y equilibrado a medida que envejecemos.

Estefanía Díaz del Cerro, Postdoctoral research associate. Colaboradora del grupo de investigación de Envejecimiento, Psiconeuroinmunoendocrinología y Nutrición, Universidad Complutense de Madrid

Este artículo fue publicado originalmente en The Conversation. Lea el original.

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