Por Erika De Paz |
Cualquiera que lea la historia de Joseph Hubertus Pilates sentirá curiosidad sobre el sistema de entrenamiento corporal que él creó, y que en la actualidad lleva su nombre. De niño, Pilates no gozaba de buena salud: era una persona enferma y enclenque que padecía raquitismo y asma. Esto lo motivó a estudiar el cuerpo humano, pues sabía que sólo así podría mejorar su condición física. De esta manera, luego de investigar a profundidad varias disciplinas, ideó un método en el que la mente educaba el cuerpo, y que en un principio llamó “El arte de la contrología”.
Hace tres años, cuando comencé a tomar clases de pilates, no tenía control sobre mi cuerpo. Mis movimientos eran desordenados y no tenían fluidez. Sin embargo, mi falta de atención y coordinación no evitaron que me certificara en esto que cambió mi mente y ensenó a conectarme con mis sentidos. La primera vez que pisé el estudio de pilates, estaba segura de que sería la última. Solía subestimar este ejercicio porque tenía muchos prejuicios: bastó una clase para darme cuenta de que aquello era más serio de lo que pensaba. No se trata de un simple entrenamiento físico para señoras de mediana edad que desean estirarse como gatos. Requiere de una atención minuciosa y una precisión impecable, que bien vale la pena aplicar si tomamos en cuenta los maravillosos beneficios que esconde esto creado hace cien años.
Hacer pilates no sólo sirve para tonificar el cuerpo y mantener una figura armoniosa, también es favorable para nuestra mente y nuestro espíritu: es un sistema bastante completo. Quienes lo practicamos podemos mejorar nuestra postura, y logramos fortalecer los músculos débiles, mientras alargamos aquellos que tenemos recortados. También nos permite trabajar el equilibrio, la coordinación; y desarrollamos fuerza, flexibilidad y agilidad. Además, es un método efectivo para aprender a respirar y a controlar los movimientos, lo que disminuye los dolores articulares y musculares. Con el pilates entrenamos “por dentro”, mientras aprendemos a ser conscientes de nuestro cuerpo.
Cada uno de los ejercicios de esta disciplina permite que trabajemos la atención, por lo que nuestra concentración se desarrolla significativamente (no sólo nuestros músculos). Además, ayuda reducir el estrés (aprendemos a respirar y a relajarnos), aumenta nuestra confianza y mejora, incluso, la calidad en las relaciones sexuales. Sin ánimos de caer en exageraciones, este método es uno de los sistemas de ejercicios más seguros que existe. De allí que muchas personas confíen en él, no sólo las estrellas de Hollywood. Y aunque algunos crean que está indicado sólo para señoras mayores, prácticamente cualquiera puede beneficiarse (embarazadas, personas de la tercera edad, individuos con problemas en la espalda o con osteoporosis…). Es un entrenamiento muy eficaz porque permite variar los ejercicios para que se adapten al cuerpo de cada alumno.
Pilates dijo una vez que “una buena condición física es el primer requisito para ser feliz”. Con esta técnica comenzamos a tener mayor conciencia del cuerpo: aprendemos a aceptar sus limitaciones, y trabajamos en ellas a través de movimientos precisos para evitar lesiones. Si eres de los que tiene prejuicios sobre esta disciplina, es momento de liberarte de ellos. Sólo de esta manera lograrás encontrar el bienestar que todos buscamos, un bienestar que, sin duda alguna, lo encontramos en el pilates; un método valioso que ha revolucionado el mundo de la actividad física, y lo seguirá haciendo por muchos años más.
Por: Erika De Paz | IG @ERIKADPS | Foto: Ejercicios de Pilates / Shutterstock
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