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La subasta de penes célebres

La subasta de penes célebres

A lo largo de la historia, se han subastado una gran cantidad de artículos de mayor o menor importancia, de personajes celebres de la histora. Lo curioso, es que incluso las partes íntimas entran dentro de esta variedad de cotizados «objetos». A continuación te presentamos tres de los penes celebres (verdaderos o no) que han sido subastados recientemente.

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El primero el de Adolf Hitler, que aunque no se llegó a demostrar que le perteneciera, fue subastado en el año 2003. Ivan Zudropov dijo tener el supuesto miembro momificado heredado de su padre Vasily. El cómo llegó a las manos de Vasily se remonta a cuando este era soldado del ejército soviético. El fue uno de los «afortunados» que entraron en el bunker donde se encontraba Hitler y encontraron su cadáver.

Según dijo cuando le vieron muerto decidieron descuartizarlo para repartírselo como un souvenir más. Parece ser que había ciertos miembros que pensaban mucho, como la cabeza, por lo que el soldado Vasily optó por cortarle el pene y momificarlo.

Su hijo Iván quiso venderlo años después por la razonable suma de 12.000 dólares.

El segundo es el pene del monje consejero del último Zar, Rasputín -foto-. Un gran pene que medía nada más y nada menos que 28,5 cm. El comprador fue un ruso, Igor Kniazkin, urólogo de profesión que compro aquel enorme falo a un anticuario francés por 8,000 dólares para exponerlo en su clínica de San Petersburgo.

El urólogo Kniazkin lo comenzó a «utilizar» para enseñárselo a sus pacientes, según palabras suyas estos a verlo curaban su impotencia. Actualmente se encuentra exhibido en el Museo Erótico de San Petersburgo.

Y el tercer pene no podía ser otro que el de Napoleón. Subastado por una cantidad inferior pero considerable, 4.000 dólares, también fue adquirido por un urólogo. John Lattimer, que así se llamaba el doctor, no solo dedicaba su tiempo a ejercer su profesión; en sus ratos libres coleccionaba – como experto en balística – armas históricas. El «arma» de Napoleón con la que no perdió el tiempo (su vida sexual fue de lo más ajetreada) medía cuatro centímetros cuando no la utilizaba y seis y medio cuando «disparaba».

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