Siempre se ha creído que la razón de dicho sonido proviene de determinados impulsos que envía el cerebro. Al parecer, la explicación del fenómeno radica en las propiedades físicas del tejido de sus cuerdas vocales.
Aunque suene increíble, el ruido que producen estos grandes felinos es similar al llanto de un niño recién nacido. Pudiéramos decir que un león es casi una copia de un bebé que llora alto y ruidosamente, pero en un tono bajo.
El principio por el cual se producen ambos sonidos es el mismo: el pequeño lo utiliza para avisar a los adultos de sus necesidades; el león por su parte está reclamando atención para marcar territorio. En ambos casos es un lenguaje sonoro para transmitir información, uno desagradable y básicamente rudo, con vibraciones irregulares.
Las cuerdas vocales de los leones y tigres son muy parecidas a las de los bebés: flácidas y semisólidas. La diferencia que existe entre es que el llanto infantil tiene frecuencias altas y el de los felinos muy bajas.
Recientes estudios han indicado que los leones y tigres pueden rugir alto y profundamente porque sus cuerdas tienen forma cuadrada y chata, favorecida por la grasa, lo que permite que se estiren y recojan cuando es necesario. Esto también ayuda a que se amortigüen y a la auto-reparación en caso de lesiones.
Tanto el enorme tamaño de las cuerdas como sus propiedades elásticas propician tensión y fortalecimiento. Así pues, los rangos de frecuencia de los rugidos dependen de la resistencia de dichas estructuras.
La fonación de los leones y tigres responde a las propiedades mecánicas de las cuerdas. Estas pueden alcanzar 114 decibeles para alguien que se encuentre a unos pocos metros de distancia, o sea, 25 veces más alto que una segadora mecánica.
Los grandes felinos rugen con un sonido áspero que asusta a los enemigos. Claro está, sólo así podrían imponerse como reyes en sus ecosistemas.
@Culturizando
Fuente: ojocientifico.com
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