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La leyenda del tilacino, el ya extinto

La leyenda del tilacino, el ya extinto «tigre de Tasmania»

El 7 de septiembre de 1936 murió el último ejemplar del animal más famoso de Tasmania: el tilacino conocido también como tigre de Tasmania.

Benjamin, así se llamaba el último tilacino conocido, un extraño carnívoro marsupial originario de Australia y Nueva Guinea que murió en el Zoológico de Hobart (Tasmania), en 1936.

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Benjamin era el último de una especie amenazada, maltratada y asesinada por cazadores incentivados por recompensas (en 1909 el Gobierno de Australia había repartido 2.184 recompensas por la muerte de este animal) y por la crueldad del veneno de los granjeros que temían, en la segunda mitad del siglo XIX, que el ‘tigre de Tasmania’ acabara con su ganado. Con la muerte de Benjamin, último testimonio de uno de los animales más característicos de Tasmania, acababa una especie… pero empezaba una leyenda.

De tamaño medio, como un perro grande, el ‘lobo marsupial’ se asemejaba a algo parecido entre un lobo, una hiena y un perro. Tenía orejas redondeadas, rayas de tigre en su lomo de pelo corto y suave y una mandíbula cuya elasticidad y tamaño eran increíbles: ¡su boca se abría hasta 120 grados! Esta característica y sus 46 dientes afilados hacían que el tilacino fuera un potente (y nocturno) depredador. Este animal de color pardo sabía nadar y tenía un buen sentido del olfato, aunque para cazar se basaba en la vista y el oído, puesto que tampoco era muy rápido.


Poco se sabe de la vida en libertad del ‘tigre de Tasmania’, aunque su comportamiento en cautividad sí pudo ser observado gracias al encierro, en 1933, de Benjamin.

El ‘tigre de Tasmania’ se extinguió por diversas razones: fue perseguido por los humanos, que cazaban a los tilacinos ya desde épocas primitivas. También tuvo que competir con otras especies más fuertes como el dingo, una subespecie de lobo. Su hábitat se vio amenazado con muchos cambios, e incluso se habla de enfermedades que la especie no habría podido resistir.

El tilacino desapareció progresivamente. Cuando los humanos quisieron protegerlo (a partir del 1901 aproximadamente) ya fue demasiado tarde. Su extinción comenzó en la Australia continental. Después, los tilacinos sólo se podían ver en Tasmania, isla donde compartían territorio con sus parientes más cercanos, los ‘demonios de Tasmania’. De hecho, el tilacino es el animal más famoso de Tasmania, reclamo turístico que aparece incluso en el escudo de armas de este estado.

Ya en la década de los 20, ver un tilacino por Tasmania era una ardua tarea. En 1930, el último tilacino salvaje conocido murió a manos de un granjero que se sentía amenazado. Pero en 1933 Elias Churchill abrió una esperanza para el estudio y conservación de este animal: Benjamin, un ejemplar que resultó ser el último de su especie, fue capturado con una trampa y enviado al zoológico de Hobart. En 1936, 59 días antes de que Benjamin muriera, el Gobierno de Tasmania anunciaba la protección oficial de esta especie. Demasiado tarde. Con la muerte de Benjamin se perdió la última oportunidad de salvar una especie animal única cuyo origen se remontaba a millones y millones de años.

Desde la desaparición de Benjamin, las batidas para encontrar un ‘lobo marsupial’ han sido tan numerosas como insatisfactorias. Aunque sólo se han conseguido vagos resultados y algunas fotografías de dudosa veracidad, los expertos afirman que el tilacino pudo sobrevivir lejos de los peligros humanos hasta, por lo menos, la década de los 60.

Pese a que la especie se ha declarado como «oficialmente extinguida» todavía hoy hay personas que buscan al tilacino por Australia, por Tasmania. Quieren lo que sea: fotografiarlo, grabarlo en vídeo, un pelo, una muestra de sangre, algo. La locura por este animal llegó hasta tal punto que en 1983 un magnate ofreció hasta 100.000 dólares a quien demostrara la existencia de uno de estos animales.

En 2005 una revista australiana ofrecía más: 1,25 millones, esta vez por la captura de un ejemplar vivo. Otros organismos han superado la cifra de recompensa por la captura de un tilacino. Ahora el debate se centra en sobre si clonar o no clonar, a partir de un feto conservado, a un animal extinguido ya de otro tiempo, a un ser vivo que ya forma parte de la historia de la fauna.

@HoyVerde para @Culturizando
Fuente: enmemoria.lavanguardia.com


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