Los animales se enfrentan a múltiples amenazas en muchas regiones del mundo. Un estudio ha combinado por primera vez a gran escala el impacto de la caza y el cambio en el uso del suelo en más de 1.800 mamíferos tropicales y concluye que ambas presiones reducen entre el 40 % y el 50 % la distribución de estas especies.
Cambio climático, deforestación, caza y pérdida de hábitat son algunas de las amenazas que ponen en la cuerda floja a los mamíferos, uno de los grupos de animales más frágiles, y de los que más del 25 % está en peligro de extinción, según la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (UICN).
“Los resultados son bastante tristes y alarmantes dado que ambas presiones son muy complementarias y pueden actuar de modo sinérgico”, lamenta el científico
Aunque estos peligros suelen analizarse por separado, un estudio ha permitido combinar por primera vez a gran escala el impacto de la caza –realizada por la población local para alimentar a sus familias (caza de subsistencia) o por demanda comercial de carne de animales salvajes, pieles, cuernos, y otras partes animales– y el cambio del uso del suelo –deforestación o transformación de pastos para ganado– de 1992 a 2015 en 1.800 especies de mamíferos tropicales. La caza ilegal, aunque más difícil de cuantificar, también estuvo de alguna manera representada en el trabajo.
“Los resultados son bastante alarmantes dado que ambas presiones son muy complementarias –pueden actuar de modo sinérgico– y reducen de media un 40 % de la distribución de las especies”, lamenta a SINC Juan Gallego-Zamorano, primer autor del trabajo publicado en la revista Conservation Biology y doctorando en la Radboud University en Holanda.
Las conclusiones revelan que, además de las especies medianas como ginetas o gibones, son sobre todo los grandes mamíferos –de más de 10 kilos– como gorilas, orangutanes, elefantes o rinocerontes los que más sufren por ambas presiones. En su caso, la distribución se reduce a menos de la mitad en algunas especies.
En los 23 años de estudio, tanto la caza como el cambio en el uso del suelo se han intensificado y “seguramente vayan a peor en el futuro si no se pone remedio”, asevera el científico para quien en realidad el impacto del ser humano en la biodiversidad tropical puede ser más severo de lo que se pensaba.
Las predicciones realizadas por los científicos se han hecho solo para casos en los que las poblaciones son extirpadas completamente. El equipo no ha considerado los declives poblacionales, que son la antesala de la extinción local. “Si los incluyéramos, posiblemente nuestros resultados serían aún peores dado que las poblaciones reducidas severamente se pueden considerar funcionalmente extintas”, revela a SINC el investigador.
El peso de cada amenaza en las especies
El grupo recopiló datos por separado para cada una de las especies sobre sus hábitats favorables y su distribución a partir de estudios publicados previamente. A partir de esta información pudo cuantificar los efectos de la caza y el uso del suelo primero por separado y luego los combinó en un solo mapa para apreciar los efectos.
En Asia, la mayor amenaza es la expansión de plantaciones de palma para producir aceite
“Hemos visto que la deforestación o la transformación de praderas en pastos para ganado tiene un mayor impacto en la distribución de las especies”, comenta Gallego-Zamorano. Pero al talar los árboles se crean accesos a la selva para los cazadores que llegan a zonas que antes eran inaccesibles. “Esas especies ahora pueden verse afectadas también por la presión de la caza”, recalca.
Las áreas no deforestadas eran utilizadas por las especies como refugios en lugares remotos de la selva. Ahora esas mismas zonas suponen una doble presión para los mamíferos: “Esto se refleja en el bajo solapamiento entre las presiones, de tal manera que actúan de forma complementaria afectando a diferentes áreas de su distribución”, subraya el doctorando.
El trabajo también indica las zonas más afectadas (puntos calientes, hotspots): en América del Sur (el Gran Chaco y el Bosque Atlántico) y Asia (Java), aunque, las presiones son diferentes en cada continente. “Por ejemplo, la trasformación del hábitat en pastos es la principal causa de pérdida en Sudamérica, lo que refleja que la ganadería intensiva es una de las principales causas de deforestación en ese continente”, destaca Gallego-Zamorano.
En Asia, la agricultura intensiva o los monocultivos también alteraron el hábitat, pero en este caso, por ejemplo, la mayor amenaza es la expansión de plantaciones de palma para producir aceite. En cuanto a la caza, es sobre todo la demanda de productos medicinales u ornamentales –“y la falta de acceso a otros medios de vida”, continúa el experto– la responsable de la reducción de la fauna africana y asiática.
Para mejorar la situación de estos animales, los científicos sugieren que se incremente el nivel de protección de las zonas que aún se encuentran intactas (coolspots).
“Esto no implica simplemente aumentar el número o las áreas de las zonas protegidas, sino también aplicar leyes que persigan a los cazadores o crear acuerdos internacionales que reduzcan el comercio ilegal de especies”, insiste el investigador. “También hay que aumentar la educación y el acceso a otros medios de vida que no impliquen la caza”, zanja.
Con información de Agencia SINC / Imagen: Shutterstock
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