Apóstrofe y apóstrofo son dos palabras con significados muy distintos que, sin embargo, la gente confunde.
El apóstrofe es una figura retórica que consiste en la interrupción repentina de un discurso –o de una narración, etc.– para dirigirse, con vocativo a alguien, presente o ausente. El DPD (2005) lo define como una invocación vehemente a una segunda persona y da el siguiente ejemplo: «¡Aléjate del yo, Simón, y créeme! ¡El yo quema! (Juan Anido dejó de hablar después de este apóstrofe)»; y también lo define como insulto o dicterio: «Ante el alud de apóstrofes y de ultrajes, retrocedió, temeroso, el público».
El apóstrofo, en cambio, es un signo ortográfico que indica la elisión de una letra o cifra. Es esa «comita» que usted conoce y seguramente usa en sus escritos. Se empleaba frecuentemente en el castellano antiguo, por ejemplo, d’aquel (de aquel), l’aspereza (la aspereza), etc. En la actualidad, solo se usa correctamente para transcribir expresiones en las que hay elisión de una consonante en la lengua hablada concho’e vino (concho de vino). Recordemos, pues, que esa «comita» se llama apóstrofo, así, con -o.
Fuente: Castellano Actual
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