El mundo de la moda se detiene hoy, jueves 4 de septiembre de 2025, para despedir a uno de sus titanes: Giorgio Armani, quien falleció a los 91 años en Milán, rodeado de su familia y colaboradores más cercanos. La noticia, confirmada por la propia marca Armani, ha sacudido no solo el universo fashionista, sino también el corazón de quienes alguna vez lucieron –aunque sea de lejos– la elegancia relajada que define su legado.
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Hablar de Armani es evocar una revolución. No solo se trata de ropa fina en perchas doradas. Armani cambió la concepción del traje masculino, lo suavizó, lo volvió moderno. Al mismo tiempo, abrió la puerta de la sofisticación a millones de mujeres, al darles trajes dignos de ejecutivas en los años ochenta, justo en la era en la que romper barreras era casi una obligación.
No era extraño que el mundo temiera por su salud: En junio, Armani no asistió a sus propios desfiles en la Semana de la Moda de Milán, una ausencia inédita para alguien famoso por su disciplina y meticulosidad casi obsesiva, de esas que solo tienen los grandes. Y la verdad es que, si algo nunca le faltó, fue la energía para estar presente, desde elegir tejidos hasta acomodar el peinado de cada modelo antes de salir a la pasarela.
Innovador y empresario astuto, Armani llevó su nombre más allá del vestuario, creando un imperio que hoy sigue generando miles de millones de euros cada año. Desde hoteles de lujo hasta fragancias que se convirtieron en objeto de deseo, pasando por restaurantes y hasta un equipo de baloncesto, su sello está en cada rincón donde la sofisticación se respira en italiano. El ejemplo más claro: su hotel en Dubai, encaramado en el imponente Burj Khalifa, atrajo tanto a millennials como a empresarios veteranos.
La influencia de Armani trasciende generaciones y fronteras. Hollywood lo convirtió en el sastre de las alfombras rojas, pero sus diseños también fueron uniformes laborales, vestidos de gala y prendas urbanas que cualquiera puede reconocer. No importa si se piensa en el clásico traje gris de Christian Bale en “Batman”, el vestido de Julia Roberts en los Oscar o la chaqueta que llevamos a una reunión importante: Armani está, como un susurro de elegancia, sin gritar nunca.
El “Re Giorgio” se despidió casi en silencio, con la misma serenidad con la que decía que sus creaciones debían ser “para la gente, no solo para la industria”. Su funeral se celebrará siguiendo sus deseos, en privado, con una capilla ardiente abierta este fin de semana en Milán para quienes quieran darle un último adiós.
Armani no solo cambió la forma de vestir, cambió el modo en que nos paramos frente al espejo y decidimos quiénes somos. Y el hecho es que, en cada prenda sencilla y sofisticada, un poco de su visión seguirá latiendo. Hay despedidas que duelen, pero hay legados que nunca se apagan.
Con información de: DEADLINE / NBC NEWS / VARIETY
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