Marta Macho-Stadler, Universidad del País Vasco / Euskal Herriko Unibertsitatea
“Imaginemos que hay un naufragio, y las personas afectadas han sido educadas por los criterios de la supervivencia. Estos se agarrarán con las dos manos al tablón, en medio del naufragio, y no ayudarán a nadie más que a sí mismos. Estos, no lo lograrán. Por el contrario, si las personas del naufragio son las educadas por el valor de la solidaridad, éstas se agarrarán sólo con una mano al tablón y con la otra mano ayudarán a más personas a salvarse”. Elisabeth Eidenbenz
Elisabeth Eidenbenz (1913-2011) nació en Suiza un año antes de comenzar la Primera Guerra Mundial. El suyo era un país neutral, como lo fue también durante la Segunda Guerra Mundial. Elisabeth podía haberse mantenido al margen de este conflicto bélico, ya que Suiza no participó militarmente en la contienda. Pero no lo hizo. Fundó la Maternidad de Elna donde, entre 1939 y 1944, ayudó a nacer a casi seiscientas niñas y niños cuyas madres eran refugiadas republicanas españolas y mujeres judías o gitanas que huían de la invasión nazi.
Una maestra empeñada en ayudar
Elisabeth Eidenbenz era maestra. Enseñó en varios colegios y centros para personas adultas de Suiza y Dinamarca hasta que decidió que quería ayudar de una manera diferente.
En 1936 formaba parte de movimientos sociales suizos que optaron por ayudar a la población de Madrid, Valencia y Cataluña durante la Guerra Civil Española. Con su “cuartel general” ubicado en Valencia, el Servicio Civil Internacional enviaba a personas voluntarias y repartía suministros.
Elisabeth aprendió primeros auxilios sanitarios y, como miembro de la Asociación de Ayuda a los Niños de la Guerra, llegó a Madrid el 24 de abril de 1937 para auxiliar a mujeres embarazadas, niñas y niños en la zona republicana.
A principios de 1939, las personas que escapaban del régimen franquista huyeron para refugiarse en campos franceses. Elisabeth, como otras personas voluntarias, formaron parte de esa enorme “riada humana”.
Miles de personas refugiadas llegaron a la zona francesa de los Pirineos Occidentales. Vivían en penosas condiciones. Muchas de ellas murieron por desnutrición o distintas enfermedades. Sobre todo niños, porque la mortalidad infantil superaba el 90 %.
En esta situación, las mujeres embarazadas eran especialmente vulnerables: era fácil que perdieran a sus hijos y frecuente que ellas mismas fallecieran durante o tras el parto. Por ello Elizabeth decidió convertir le Château d’En Bardou, un palacete abandonado próximo a la localidad de Elna en la región del Languedoc-Rosellón, en un hogar de maternidad.
Estaba cerca del centro de internamiento de Argelèrs y la joven maestra pensó que podía ayudar a las mujeres recluidas en ese campo a dar a luz. La Asociación de Ayuda a los Niños de la Guerra aprobó su propuesta. Con los 30 000 francos que le donaron, y junto a varias personas voluntarias, Elisabeth, la “Señorita Isabel”, acondicionó el palacete y quedó, sola, a cargo de ese centro sanitario.
La maternidad de Elna
El 7 de diciembre de 1939 tuvo lugar el primer parto: el niño se llamaba José Molina, como consta en la lista de Eidenbenz, el registro de las niñas y niños que nacieron en aquel castillo.
Elisabeth buscaba a las mujeres embarazadas en el campo de Argelèrs y, con el permiso de la dirección del centro de internamiento, las llevaba a Elna para dar a luz. Como el resto de las personas refugiadas, eran mujeres en un estado físico lamentable. En el campo, situado en la playa, sin las condiciones sanitarias e higiénicas adecuadas, era difícil dar a luz y sobrevivir.
En un principio la maternidad funcionó gracias a donaciones procedentes de países europeos, de la Asociación de Ayuda a los Niños de la Guerra, de la Cruz Roja, de particulares franceses e incluso de cuáqueros de Estados Unidos.
No había médicos asistiendo los partos, lo hacían comadronas experimentadas, sobre todo suizas. Ayudaban en el mantenimiento de la maternidad mujeres embarazadas o recién paridas, mujeres solas en un mundo de guerra.
Tras el comienzo de la Segunda Guerra Mundial, los fondos disminuyeron y empezaron a llegar a Elna personas refugiadas de Francia y el resto de Europa, sobre todo mujeres judías y gitanas que huían de la ocupación nazi. Por ello, la maternidad tuvo que asociarse con la Cruz Roja y obedecer la política de este movimiento humanitario en lo relativo, en particular, a su principio de neutralidad.
Esta regla impedía a la maternidad de Elna amparar a personas refugiadas políticas, en ese momento y sobre todo, judías. No queriendo ceder a este mandato insolidario, se falsificaron las identidades de gran parte de las mujeres judías que necesitaban ayuda. La Gestapo vigilaba de cerca la gestión de la maternidad, e incluso en una ocasión Eidenbenz fue detenida para ser interrogada.
La Gestapo clausuró la maternidad de Elna a finales de abril de 1944. El último de los 597 bebés que nacieron allí se llamaba Danielle Louise: fue el 30 de abril de 1944.
Los reconocimientos llegan 60 años después
La historia de Elisabeth Eidenbenz y la maternidad de Elna se olvidó durante casi 60 años. En 2001, Guy Eckstein, francés de ascendencia judía nacido en la maternidad, y Nicolás García, nieto de refugiados españoles y alcalde de Elna, decidieron buscar a Elisabeth para rendirle un merecido homenaje.
En 2002, el estado de Israel incluyó a Eidenbenz entre los Justos entre las Naciones, distinción que enaltece a aquellas personas de confesión no judía que ayudaron de manera desinteresada a las víctimas judías durante la persecución nazi.
En 2006, el Gobierno español entregó a Elisabeth la Cruz de Oro de la Orden Civil de la Solidaridad Social. Ese mismo año, la Generalitat de Cataluña concedió a Eidenbenz la Creu de Sant Jordi. En 2007 el Estado francés le otorgó su máxima distinción, el Ordre national de la Légion d’honneur.
Elisabeth Eidenbenz falleció en Zúrich el 23 de mayo de 2011, a la edad de 97 años. Al llegarle todos esos reconocimientos tardíos, humilde, decía: “No fui yo. No fue mérito mío. Yo sólo fui una pieza más del engranaje”.
Nota: La mayor parte de la información procede del libro La maternidad de Elna, de Assumpta Montellà.
Marta Macho-Stadler, Profesora de matemáticas, Universidad del País Vasco / Euskal Herriko Unibertsitatea
Este artículo fue publicado originalmente en The Conversation. Lea el original.
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