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El origen de un invento: Las medias o calcetines

El origen de un invento: Las medias o calcetines

Nacieron en el Neolítico, junto con las primeras botas, pero la industria del calcetín propiamente dicha surgió en el año 256 a. C. en Egipto. De ese año datan los más antiguos que se conservan. Se encontraron en una tumba de un niño, están hechos a ganchillo y tenían dos partes: una enfundaba el dedo gordo y la otra el resto.

Los romanos los incorporaron a su atuendo en el siglo II d. C.; hasta entonces, no llevaban nada entre pie y sandalia.

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En el año 100 de nuestra era, los romanos utilizaban un calcetín de tela denominado udo, en plural udones. La primera mención de esta prenda se encuentra en la obra del poeta y epigramista Marco Valerio Marcial, quien escribió que, con los udones, “los pies podrán refugiarse en un tejido confeccionado con pelo de cabra”.

En esta época, el udo se ajustaba al pie y al tobillo, pero cien años más tarde, los sastres romanos habían alargado el udo hasta la rodilla e incluso por encima de ella. Lo que permitía llevarlo dentro de las botas. Los hombres que lucían estas medias sin botas eran considerados unos afeminados, y al alargarse todavía más los udones hasta cubrir el muslo, el estigma de afeminamiento se intensificó para aquellos que los lucían.

Por desgracia, la historia no registra cuándo y por qué desapareció el oprobio atribuído a los hombres que usaban medias, pero lo cierto es que este proceso fue lento: abarcó un período de un centenar de años. Bien pudo deberse a los clérigos católicos esta variación de la tendencia. En el siglo IV, la Iglesia adoptó medias de lino blanco por encima de la rodilla, como parte de la indumentaria litúrgica del sacerdote, y mosaicos del siglo V retratan a clérigos y laicos romanos con estas prendas. Habían aparecido las medias y las llevaban los hombres.

La popularidad de las medias ajustadas a la pierna aumentó en el siglo XI. Cuando Guillermo el Conquistador atravesó el canal de la Mancha en el año 1066 y se convirtió en el rey normando de Iglaterra, él y sus hombres introdujeron las medias ceñidas en las Islas británicas. Su hijo, William Rufus, llevaba medias francesas, no muy distintas en su diseño de los modernos leotardos, y cuyo precio era tan exorbitante que fueron inmortalizadas en un poema. En el siglo XIV, las medias masculinas revelaban con tanto detalle los contornos de las piernas, las nalgas y la entrepierna, que los eclesiásticos condenaron tales prendas como inmodestas.

La índole rebelde de un grupo de jóvenes venecianos del siglo XIV dio a las medias un carácter todavía más escandaloso, hasta el punto de que los adolescentes y sus padres formaron dos bandos opuestos.

Una fraternidad de hombres, conocida como La Compagna della Calza, lucía chaquetas cortas, sombreros con plumas y medias ajustadas, con cada pierna de diferente color. Presentaban espectáculos públicos, como mascaradas y conciertos, y su vistosa indumentaria fue copiada por jóvenes de Italia. Un cronista del período se lamentaba: “Los jóvenes tienen la costumbre de afeitarse la mitad de la cabeza y de llevar gorras muy ceñidas”, y explicaba que las personas decentes consideraban “las medias ajustadas… como indudablemente inmodestas”. El propio Geoffrey Chaucer comentó con disgusto el atuendo de los jóvenes en “Los cuentos de Canterbury”. Es muy posible que las medias ajustadas y bicolores constituyeran la primera rebelión de los adolescentes en materia de moda.

Pero las medias las llevaban clérigos, guerreros y muchachos. ¿Cuándo empezaron a utilizadas las mujeres?

En este aspecto, los historiadores de la moda no se muestran categóricos. Creen que las mujeres empezaron a usar medias a partir del año 600 de nuestra era, más o menos, pero, puesto que sus largas faldas ocultaban las piernas, pocas pruebas hay, en las pinturas y en los manuscritos ilustrados, de que, como dijo un escritor del siglo XVIII, “las mujeres tuvieran piernas”.

Entre las primeras pruebas pictóricas de una mujer con medias se cuenta un manuscrito británico ilustrado del año 1306, que representa a una dama en su tocador, sentada en el borde de la cama, con una sirvienta que le entrega una media. La otra ya la lleva puesta. En cuanto a una de las primeras referencias a esta prenda en la literatura, Chaucer comenta en “Los cuentos de Canterbury” que la esposa de Bath llevaba unas medias “de un bonito rojo escarlata”.

No obstante, las referencias a las medias femeninas son extremadamente raras hasta el siglo XVI. Las piernas femeninas, aunque sin duda muy admiradas en privado, nunca se mencionaban en público. En el siglo XVI, un obsequio británico de medias de seda para la reina de España le fue presentado, con el mayor protocolo, al embajador español, el cual se irguió altivamente y proclamó: “Retirad vuestras medias. Y sabed, imprudente caballero, que la reina de España no tiene piernas.”

En la Inglaterra isabelina, las medias femeninas entran de pleno en la historia, y con un certero olfato para captar la moda. En textos que se conservan, las medias se describen como de color “escarlata carmesí” y “purpúreo”, y como “embellecidas con exquisitos bordados y curiosos calados por arte de sus confeccionistas”. En el año 1561, tercer año de su reinado, Isabel recibió su primer par de medias de seda tejidas, que la convencieron de tal manera, que la decidieron a excluir todos los demás tejidos para medias el resto de su vida.

Fue también durante el reinado de Isabel cuando el reverendo William Lee inventó en el año 1589 el telar para fabricar mecánicamente las medias. El reverendo Lee escribió que, por primera vez, se confeccionaban medias “en una máquina, a partir de un solo hilo y con una serie de bucles entrelazados”. Aquel año, se inició la industria de la calcetería.

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Fuente: usuaris.tinet.cat

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