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Cómo contrarrestar la influencia de las redes en la imagen corporal de niños y niñas

Cómo contrarrestar la influencia de las redes en la imagen corporal de niños y niñas

La publicidad y redes sociales como TikTok e Instagram afectan la salud mental infantil. Los adultos pueden tomar medidas preventivas y ofrecer una mirada crítica que contrarreste esta influencia.

Vera tiene ahora 13 años y ha estado usando TikTok desde los 8 e Instagram desde el año pasado. No recuerda exactamente cuándo empezó a no gustarle lo que veía en el espejo. Sin embargo, eso no significa que se mire poco; al contrario, pasa muchas horas al día observando su rostro y su cuerpo, siguiendo tutoriales y comparándose con las imágenes de chicas de su edad que aparecen en sus redes sociales, desde sus amigas de clase hasta las influencers que todo el mundo sigue.

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Entre sus deseos, quiere tener caderas anchas, cintura estrecha, pestañas oscuras y rizadas, labios gruesos, cejas pobladas pero definidas y el pelo increíblemente brillante y sedoso. Gran parte del tiempo que Vera pasa fuera de casa, lo dedica a buscar tiendas con sus amigas, tratando de encontrar los productos que prometen acercarla a ese ideal que ha creado en su cabeza.

El caso (imaginado) de Vera es muy habitual, como confirmarían muchos psicólogos y familias. La publicidad y las redes sociales como TikTok e Instagram influyen en la salud mental de los niños, afectando su autopercepción y bienestar emocional.

Los estándares de belleza y éxito promovidos impactan negativamente en la autoestima infantil y generan presión para consumir y comportarse de ciertas maneras.

Los influencers son vistos como modelos a seguir, especialmente por las niñas, y las plataformas refuerzan intereses y comportamientos mediante algoritmos, perpetuando estereotipos de género y roles sociales.

Límites y mirada crítica

Para contrarrestar los efectos negativos de la publicidad y las redes sociales en la salud mental infantil es esencial que los padres, madres, docentes, familiares y adultos de referencia adopten un enfoque proactivo: es decir, que tomen medidas antes de que empiecen a aparecer los problemas de autoestima. Dos estrategias concretas son fomentar una mentalidad crítica hacia la publicidad y establecer límites de tiempo en redes sociales.

Para lograrlo, también se pueden fomentar actividades fuera de internet y colaborar con profesionales de la salud mental para crear un entorno de apoyo y una educación mediática adecuada.

La Academia Estadounidense de Pediatría recomienda no más de dos horas al día para niños mayores de 6 años, además de fomentar actividades como deportes, lectura y tiempo en familia para equilibrar el tiempo de pantalla.

Autoestima y modelos alternativos

También es crucial fomentar una autoestima robusta en los niños, elogiando sus esfuerzos y logros, y presentándoles modelos a seguir que promuevan valores positivos y realistas: Simone Biles, deportista perseverante y ejemplo de superación, o Rafa Nadal, ejemplo de constancia y humildad, en el campo de los deportes, son dos posibles ejemplos.

Para ello, se pueden utilizar herramientas y actividades que promuevan la autocompasión, el reconocimiento de logros y la apreciación de la diversidad, como participar juntos en actividades que refuercen la autoestima, como talleres de arte, deportes en equipo o voluntariado.

Debemos enseñar a celebrar la diversidad de cuerpos y apariencias, desafiar los estereotipos negativos y enfocar, como padres, profesores y profesionales, no solo los resultados, sino también el esfuerzo y la dedicación que ponen en sus actividades, reconociendo el proceso y el progreso. Estos enfoques ayudan a construir su autoestima y a contrarrestar los mensajes negativos que pueden surgir de las comparaciones en las redes sociales.

Padres y educadores que siguen aprendiendo

La educación mediática es esencial para que los niños desarrollen una comprensión crítica de los medios y su influencia. Esto supone enseñarles en la escuela a ser consumidores críticos de medios y a manejar de manera saludable su interacción con la tecnología. Integrar educación mediática en Lengua, analizando noticias; en Sociales, mediante los debates, y en Arte, mediante la creación de contenido propio, fomenta la creatividad y la reflexión crítica; o en Tecnología analizando la seguridad en internet y aprendiendo mediante recursos digitales, como aplicaciones y plataformas educativas, que pueden ser de utilidad para promover el pensamiento crítico y la alfabetización mediática.

Los padres, los educadores, los pediatras y los psicólogos deben colaborar y compartir periódicamente observaciones y preocupaciones. Por ejemplo, creando reuniones frecuentes con el tutor, visitas semestrales al pediatra y acudiendo de forma voluntaria a terapia psicológica de manera preventiva. Esta última puede ser beneficiosa para desarrollar habilidades de afrontamiento, mejorar el autoconocimiento, prevenir problemas de salud mental o apoyar en transiciones de vida.

Limitar la comunicación continua en plataformas digitales es crucial, ya que amplifica la influencia de la publicidad en redes sociales sobre los adolescentes, afectando su percepción de la realidad, autoestima y comportamientos de consumo.

Padres y educadores pueden encontrar herramientas en la UNESCO y la asociación americana de pediatría, por ejemplo, en cuyas páginas web se ofrecen guías sobre el impacto de las redes sociales. Plataformas como Coursera y TedX ofrecen cursos en línea, aplicaciones como Google Classroom facilitan sesiones interactivas y grupos en Facebook y LinkedIn que comparten recursos y experiencias.

En resumen, fomentar una autoestima resiliente y una mentalidad crítica en los niños, junto con una educación mediática adecuada y el apoyo constante de su entorno es esencial para mitigar el impacto directo de la publicidad y las redes sociales en su salud mental y bienestar. Solo así podremos ayudar a las nuevas generaciones a navegar el complejo mundo digital.

África Presol Herrero, Director del Grado en Publicidad Creativa, Universidad Camilo José Cela

Este artículo fue publicado originalmente en The Conversation. Lea el original.

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