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Cápsula Cultural: ¿Quién fue Juan de Valdés Leal?

Juan de Valdés Leal fue un pintor español. Hijo de padre portugués y madre sevillana, recibió su formación artística en su ciudad natal, quizás en el taller de Herrera el Viejo, antes de trasladarse con su familia a Córdoba, población esta en la que contrajo matrimonio en 1647.

Era ya por entonces un pintor introducido en los círculos artísticos, ya que muy poco después recibió un importante encargo para las clarisas de Carmona (cuatro grandes lienzos) y, en 1656, concluyó el retablo para los carmelitas de Córdoba, que presenta muchos de los rasgos más brillantes de su estilo.

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Al concluir esta obra, se trasladó a Sevilla, urbe por entonces mucho más importante y dinámica que Córdoba y centro sin igual de creación artística, con figuras como Bartolomé Esteban Murillo, de quien se cree que Valdés fue enconado rival, entre otros motivos, porque los comitentes no remuneraban sus obras tan bien como las de aquél.

En Sevilla, Valdés Leal dio rienda suelta al barroquismo que triunfaba en aquella época y por el que se sentía particularmente atraído por su temperamento dramático. Obras importantes de este período son los Desposorios de la Virgen de la catedral de Sevilla y las pinturas para el convento jerónimo de Buena Vista.

En 1660, Valdés fue uno de los fundadores de la Academia sevillana de pintura, institución que pasó a presidir cuando fue abandonada por Murillo. En 1661 nació su hijo Lucas, que más tarde fue su colaborador habitual. En 1664 hizo un viaje a Madrid, al regreso del cual conoció a Miguel de Mañara e ingresó en la hermandad de la Santa Caridad, institución para la que realizó sus obras más famosas: las Postrimerías, una indiscutible obra maestra que sobrecoge por su veracidad y a la que el artista debe buena parte de su reconocimiento y de su fama de pintor escabroso y truculento.

En 1686 padeció un primer ataque de la enfermedad que lo llevó finalmente a la tumba, y, aunque todavía contrató algunas obras importantes, tuvo que dejarlas inacabadas.

In ictu oculi (1672)

 Finis gloriae mundi




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