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André Malraux: el escritor francés que vivió mil vidas (+ Frases)

André Malraux: el escritor francés que vivió mil vidas (+ Frases)

De ladrón de templos a ministro de cultura, André Malraux vivió mil vidas en una sola. Descubre cómo este novelista francés desafió imperios, lideró revoluciones y transformó la política cultural europea mientras escribía obras maestras sobre la condición humana.

¿Quién fue André Malraux?

Pocas figuras literarias del siglo XX pueden presumir de una biografía tan intensa como la de André Malraux. Novelista, aventurero, revolucionario, héroe de guerra y ministro de cultura, este parisino nacido en 1901 no solo escribió sobre la condición humana: la experimentó en sus formas más extremas.

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Y la verdad es que cuando uno se acerca a la vida de Malraux, no sabe muy bien por dónde empezar. ¿Por el joven ladrón de esculturas camboyanas? ¿Por el comandante de aviación en la Guerra Civil Española? ¿O por el resistente francés capturado por la Gestapo? Todas estas versiones de Malraux existieron, y cada una dejó su huella en la literatura mundial.

Los inicios: París, libros y un robo que casi lo arruina

André Malraux nació el 3 de noviembre de 1901 en París, en el seno de una familia acomodada. Estudió en el Lycée Condorcet y en el Institut des Langues Orientales, desarrollando desde muy joven una fascinación por la arqueología, el arte oriental y las lenguas antiguas. Pero Malraux nunca fue el tipo de intelectual que se conforma con los libros. A los 17 años dejó la escuela sin terminar su bachillerato, y nunca se inscribió en estudios universitarios formales.

En 1922 se casó con Clara Goldschmidt, y al año siguiente ocurrió el episodio que marcaría su leyenda temprana. Malraux, enfrentando la ruina financiera tras una serie de malas inversiones en la bolsa, decidió organizar una expedición arqueológica a Camboya. El plan era simple pero arriesgado: robar esculturas del templo de Banteay Srei para venderlas a coleccionistas estadounidenses.

Acompañado por Clara y su amigo Louis Chevasson, Malraux llegó al templo en diciembre de 1923. Usando sierras y cuerdas, extrajeron varios bajorrelieves de devatas, las famosas divinidades femeninas que adornan las fachadas del templo. Sin embargo, cuando regresaron a Phnom Penh, la policía colonial francesa ya había sido alertada. Malraux fue arrestado y condenado a tres años de prisión.

El hecho es que este escándalo pudo haber destruido su carrera antes de comenzar. Pero Clara, desde París, logró reunir las firmas de intelectuales de la talla de André Gide, François Mauriac y André Breton, quienes defendieron a Malraux por su «potencial como escritor». La sentencia fue reducida a un año con suspensión condicional. Las esculturas robadas fueron devueltas a Camboya, pero Malraux había ganado algo más valioso: notoriedad.

El escritor comprometido: de Asia a la Guerra Civil Española

De regreso en Francia, Malraux se transformó en un crítico feroz del colonialismo francés en Indochina. En 1925 ayudó a organizar la Liga de la Joven Annam y fundó el periódico Indochina Encadenada, desde donde denunció los abusos de las autoridades coloniales.

Esta experiencia en Asia alimentó sus primeras novelas. En 1926 publicó La tentación de Occidente, un intercambio epistolar ficticio entre un intelectual chino y uno europeo que comparaba ambas culturas. Luego llegaron Los conquistadores en 1928, ambientada en la huelga general comunista en Hong Kong y Cantón de 1925, y La vía real en 1930, novela semi-autobiográfica inspirada en su aventura camboyana.

Pero fue en 1933 cuando Malraux alcanzó la consagración literaria. Su novela La condición humana ganó el prestigioso Premio Goncourt, el galardón literario más importante de Francia. Ambientada en la fracasada insurrección comunista de Shanghái en 1927, la obra exploraba los dilemas existenciales de un grupo diverso de revolucionarios atrapados entre ideales políticos y la brutal realidad.

La novela era explosiva e inmediata. A través de personajes como Ch’en Ta Erh, Kyoshi Gisors y Katov, Malraux examinaba cuestiones fundamentales sobre conspiración, traición, libre albedrío y el significado de la revolución. Como escribió un crítico, La condición humana sigue siendo inigualable como estudio de hombres atrapados en el choque desesperado de ideologías.

España: aviador contra el fascismo

Durante los años 30, Malraux se convirtió en una de las figuras antifascistas más prominentes de Europa. Cuando estalló la Guerra Civil Española en 1936, fue uno de los primeros intelectuales franceses en viajar a España para apoyar a las fuerzas republicanas.

Malraux no se limitó a palabras de solidaridad. Organizó y comandó el Escuadrón España, una unidad aérea internacional compuesta por voluntarios de diversos orígenes. Su escuadrón ganó la batalla de Medellín para los republicanos y desarrolló muchas de las tácticas que posteriormente usó la fuerza aérea de la República.

En 1937, mientras la guerra continuaba, Malraux viajó a Estados Unidos con el objetivo de recaudar fondos para la causa republicana. Ese mismo año publicó La esperanza, su última gran novela escrita desde la perspectiva de la izquierda. La obra, basada en sus experiencias en España, se desarrolla durante ocho meses del conflicto, desde julio de 1936 hasta marzo de 1937, y captura tanto la camaradería como la tragedia del fervor revolucionario.

Además, Malraux convirtió la novela en una película, Sierra de Teruel, filmada en España entre 1938 y 1939 bajo condiciones extremadamente difíciles. El gobierno de Franco intentó destruir todas las copias del filme, pero dos sobrevivieron, una de ellas encontrada en la Biblioteca del Congreso de Estados Unidos.

La Segunda Guerra Mundial: de prisionero a héroe de la Resistencia

Cuando estalló la Segunda Guerra Mundial, Malraux se alistó en el ejército francés. Fue capturado en 1940 durante la Batalla de Francia, pero logró escapar y posteriormente se unió a la Resistencia Francesa.

En 1944, Malraux fue capturado nuevamente, esta vez por la Gestapo. Fue detenido en la prisión de Saint-Michel y sometido a interrogatorios brutales. Según algunos relatos, un interrogador nazi que se hacía pasar por sacerdote intentó extraerle información sobre las actividades clandestinas en la región, pero Malraux rápidamente desenmascaró al falso «cura». Escapó de la deportación gracias a la liberación de Toulouse por las fuerzas aliadas el 19 de agosto de 1944.

Después de su liberación, Malraux comandó la Brigada Alsacia-Lorena en la defensa de Estrasburgo y en el ataque a Stuttgart. Por su valentía, fue condecorado con la Médaille de la Résistance, la Croix de Guerre, y la Orden del Servicio Distinguido británica.

Durante la guerra trabajó en su última novela, La lucha con el ángel, cuyo título provenía de la historia bíblica de Jacob. El manuscrito fue destruido por la Gestapo tras su captura en 1944. Una primera sección que sobrevivió, titulada Los nogales de Altenburg, fue publicada después de la guerra.

El ministro cultural que limpió París

Tras la guerra, Malraux conoció a Charles de Gaulle en 1945 y se convirtió en su Ministro de Información. En 1958, cuando de Gaulle regresó a la presidencia francesa, Malraux fue nombrado primer Ministro de Asuntos Culturales de Francia, cargo que ocupó de 1959 a 1969.

Como ministro, Malraux emprendió una revolución cultural. Desafió los cánones académicos de belleza y llevó el arte contemporario dentro de la esfera de acción del Estado. Puso a Marc Chagall en el techo de la Ópera de París, bronces de Maillol en los jardines de las Tullerías, y abstracciones de Masson en la cúpula de la Comédie Française.

Y el hecho es que una de sus contribuciones más visibles fue la limpieza de las fachadas ennegrecidas de París. En 1959 se estableció en Francia una ley que requería que los propietarios limpiaran regularmente sus edificios de piedra arenisca, restaurándolos de un gris sucio a un color miel brillante. Incluso el gobierno británico adoptó la idea en los años 60 para limpiar los edificios de Londres.

Malraux también estableció centros culturales en varias ciudades provinciales como parte de una iniciativa para «descentralizar» la cultura francesa. Promovió la restauración del patrimonio francés, recuperó obras de arte para sus ubicaciones históricas, y defendió tanto a artistas contemporáneos como tradiciones culturales.

En 1962, Malraux fue blanco de un intento de asesinato por parte de la Organisation armée secrète (OAS), que detonó una bomba en su edificio de apartamentos. La bomba no mató a su objetivo previsto, pero dejó ciega a una niña de cuatro años que vivía en el apartamento contiguo.

El teórico del arte: voces del silencio y el museo imaginario

Después de 1945, Malraux abandonó la ficción para dedicarse a la historia y teoría del arte. En 1951 publicó Las voces del silencio, una síntesis brillante y bien documentada de la historia del arte en todos los países y épocas.

En esta obra, Malraux desarrolló conceptos revolucionarios. Argumentaba que el arte combate el sentido fundamental de insignificancia de la humanidad creando un mundo rival, un mundo diferente en naturaleza de la realidad. Como escribió:​

«el arte arranca formas del mundo real al que el hombre está sujeto y las hace entrar en un mundo en el que él es gobernante»

André Malraux

Su concepto del musée imaginaire o «museo sin muros» fue particularmente influyente. Malraux sostenía que, gracias a la fotografía de alta calidad, las personas podían experimentar obras de arte sin estar físicamente presentes en los museos. Cada individuo podría así crear su propio museo imaginario, una colección personal de todas las obras que considera esenciales.

Entre 1952 y 1954 publicó Le Musée imaginaire de la sculpture mondiale (El museo imaginario de la escultura mundial). En 1957 inició su trilogía sobre arte titulada La metamorfosis de los dioses, cuyos últimos dos volúmenes, L’Irréel y L’Intemporel, fueron publicados poco antes de su muerte en 1976.

A diferencia de las explicaciones tradicionales que veían el arte como una fuente de «placer estético», Malraux ofrecía una teoría que desafiaba la tradición ilustrada. Rechazaba la idea de que el arte imita la naturaleza; en cambio, sostenía que el arte transforma la realidad, creando mundos coherentes y unificados en contraste con el caos de la existencia.

Las antimemorias y los últimos años

En 1967, Malraux publicó Antimemorias, una obra semi-autobiográfica que desafió las convenciones del género. A diferencia de las memorias tradicionales, el libro no seguía una narrativa cronológica, sino que entrelazaba hombres y eventos, ideas y descripciones de grandes obras de arte en un vasto tapiz de experiencia humana.

El libro presentaba conversaciones con líderes mundiales como Nehru, de Gaulle, Mao Tse-tung y Chou En-lai, yuxtapuestas con reflexiones sobre la vida y la muerte, la inmortalidad y metamorfosis del arte, y la relación última del hombre con el universo. «Lo que me interesa», decía Malraux, «es la condición humana».

En estas páginas también reflexionaba sobre episodios cruciales de su vida: su expedición de 1934 para fotografiar lo que podría haber sido la antigua capital de la Reina de Saba en Yemen, sus encuentros con Stalin, sus experiencias en las cámaras de tortura de la Gestapo.

André Malraux murió el 23 de noviembre de 1976 en Créteil, cerca de París, a los 75 años. Fue enterrado inicialmente en el cementerio de Verrières-le-Buisson, pero en reconocimiento a sus contribuciones a Francia, sus restos fueron trasladados al Panteón de París, el mausoleo donde descansan las grandes figuras de la nación francesa.

El legado de un hombre de acción y letras

La vida de André Malraux desafía cualquier categorización simple. Fue arqueólogo y ladrón, revolucionario y ministro, novelista y teórico del arte. Como escribió un biógrafo, tenía «una capacidad formidable para mezclar lo real, lo deseable, lo probable, lo posible y lo imaginario».

Algunos críticos han sugerido que Malraux pudo haber inventado partes de su biografía, exagerando sus actividades en la Resistencia y embelleciendo sus hazañas militares. Pero lo innegable es que sus novelas capturaron el espíritu de su época de manera visceral.

La condición humanaLa esperanzaLos conquistadores y La vía real no son simplemente novelas de aventuras. Son meditaciones existenciales sobre el significado de la acción, la solidaridad, la muerte y la búsqueda de trascendencia en un mundo que parece resistir cualquier comprensión definitiva del propósito o el destino.

En el ámbito de la teoría del arte, las ideas de Malraux sobre el museo imaginario anticiparon muchas discusiones contemporáneas sobre virtualidades y digitalidades. Su concepto de que el arte vive a través de la metamorfosis —un proceso de resucitación y transformación en el significado— sigue siendo relevante para entender cómo las obras de arte trascienden el tiempo.

Como Ministro de Cultura, Malraux modernizó la política cultural francesa de manera decisiva, estableciendo un modelo que posteriormente seguirían otros países. Su creencia de que la cultura debía ser accesible para todos, no solo para las élites, marcó un giro democrático en la gestión del patrimonio cultural.

La verdad es que André Malraux vivió varias vidas en una sola existencia. Fue el aventurero que robó esculturas en la jungla camboyana, el aviador que combatió a los fascistas en España, el resistente que sobrevivió a la Gestapo, y el ministro que transformó la relación entre el Estado francés y la cultura. Pero, sobre todo, fue un escritor que entendió que la literatura no se trata solo de contar historias, sino de explorar qué significa ser humano en un universo indiferente.

Entre sus obras más destacadas están:

La condición humana (1933)
Las voces del silencio (1951)
La metamorfosis de los dioses (1960)
Antimemorias (1967)
Los conquistadores (1928)
La vía real (1930)

Estas son algunas de las mejores frases de André Malraux:

“No hay cincuenta maneras de combatir, sólo hay una, vencer. Ni la revolución ni la guerra consisten en auto compadecerse”.

“Todo hombre se parece a su dolor”.

“El tiempo cura lo que la razón en vano procura”.

“He aprendido que una vida no vale nada, pero también que nada vale una vida”.

“El verdadero combate empieza cuando uno debe luchar contra una parte de sí mismo. Pero uno sólo se convierte en un hombre cuando supera estos combates”.

“Lo difícil no es estar con los amigos cuando tienen razón, sino cuando se equivocan”.

“El arte es una rebelión contra el destino”.

“La muerte sólo tiene importancia en la medida en que nos hace reflexionar sobre el valor de la vida”.

“No tarda nueve meses sino sesenta años en formarse un hombre”.

“La vida es el conjunto de las fuerzas que se oponen a la muerte”.

“Si de veras llegásemos a poder comprender, ya no podríamos juzgar”.

“La cultura es lo que, en la muerte, continúa siendo la vida”.

Con información de: Lecturalia / AlohaCriticón

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