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¿Quién fue H.G. Wells? (+Frases)

¿Quién fue H.G. Wells? (+Frases)

Herbert George Wells fue un escritor, novelista, historiador y filósofo inglés, considerado uno de los padres de la ciencia ficción junto a Julio Verne y ampliamente conocido por su novela «La máquina del tiempo».

INTERESANTE

H.G. Wells veía en la cultura la fuente del progreso de la humanidad, la educación como principal valor para la trasformación del mundo.


Entre sus obras más destacadas están:

  • La máquina del tiempo (1895)
  • La Isla del Dr. Moreau (1896)
  • El hombre invisible (1897)
  • La guerra de los mundos (1898)
  • Cuentos del espacio y del tiempo (1899)
  • Kipps (1905)
  • Ana Veronica (1909)

Herbert George Wells nació en Bromley, Kent, Inglaterra, el 21 de septiembre de 1866, y falleció en Londres un 13 de agosto de 1946.

Algunas de las mejores frases de H.G. Wells

“No hay inteligencia allí donde no hay cambio ni necesidad de cambio.”

“La fuerza es el resultado de la necesidad; la seguridad establece un premio a la debilidad.”

“Una ley natural que olvidamos es que la versatilidad intelectual es la compensación por el cambio, el peligro y la inquietud. Un animal en perfecta armonía con su medio ambiente es un perfecto mecanismo.”

“Tal vez aprender a manejar la máquina del atrevimiento, para viajar instantáneamente a los límites de la vida inmediata, para fundar de vez en cuando un breve paraíso sin porvenir ni pasado, sin el doble chantaje de la nostalgia y del miedo.”

“Me sentía desnudo en un extraño mundo. Experimenté lo que quizá experimenta un pájaro en el aire claro, cuando sabe que el gavilán vuela y quiere precipitarse sobre él. Mi pavor se tornaba frenético.”

“Me afligió pensar cuán breve había sido el sueño de la Inteligencia humana. Habíase suicidado. Se había puesto con firmeza en busca de la comodidad y el bienestar de una Sociedad equilibrada con seguridad y estabilidad, como lema; había realizado sus esperanzas, para llegar a esto al Final.”

“Hasta donde podía ver, el mundo entero desplegaba la misma exuberante riqueza que el valle del Támesis. Desde cada colina a la que yo subía, vi la misma profusión de edificios espléndidos, infinitamente variados de materiales y de estilos.”

“(…) Y luego, con fuerzas aplastadoras, volvió a mi mente la idea de mi situación, el recuerdo de mi esposa y el de la vida de esperanza y ternura que había cesado para siempre.”

“Yo sabía perfectamente lo que quería. Me proponía entrar en la casa, esconderme arriba y, aprovechando la primera oportunidad, cuando todo estuviera en silencio, coger una peluca, una máscara, unas gafas y un traje y salir a la calle. Tendría un aspecto grotesco, pero por lo menos parecería una persona.”

“(…) Y tengo, para consuelo mío, dos extrañas flores blancas -encogidas ahora, ennegrecidas, aplastadas y frágiles- para atestiguar que aun cuando la inteligencia y la fuerza habían desaparecido, la gratitud y una mutua ternura aún se alojaban en el corazón del hombre.”

“Por mi parte, hice un esfuerzo y aclaré mis ideas. Una vez que pude hacer frente a los hechos con frialdad se me ocurrió que, por terrible que fuera nuestra situación, no había aún motivo para desesperar del todo.”

“Aquí hay comida. Latas de conservas en las tiendas de comestibles; vinos, licores, aguas minerales, y los caños principales de desagüe y las cloacas grandes están vacíos. Ahora bien, le estaba diciendo lo que pensaba yo. «Aquí hay seres inteligentes —me dije—. Y parece que nos quieren como alimento».

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