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El testamento de Napoleón Bonaparte

El testamento de Napoleón Bonaparte

El original del testamento de Napoleón Bonaparte, que actualmente se conserva en los Archivos Nacionales franceses, llegó a Londres y no fue devuelto a los franceses hasta 13 años después del fallecimiento, pero para entonces en Francia ya se conocía su contenido gracias a la copia.

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La copia del testamento

Una copia del testamento de Napoleón, escrita por su lugarteniente durante el exilio de Santa Helena a dictado del emperador, fue vendida hace unos años en París por 375.000 euros.

Los papeles pertenecían a los herederos del conde de Montholon, ayuda de campo de Napoleón y redactor de los mismos a dictado del emperador moribundo, el 15 de abril de 1821. Los ingleses incautaron el original del testamento, pero las últimas voluntades del emperador llegaron a Francia gracias a esa copia no manuscrita, que pasó inadvertida a los carceleros. “Deseo que mis cenizas reposen en la ribera del Sena, en medio de ese pueblo francés al que tanto he amado”, redactó el emperador pocos días antes de su fallecimiento el 5 de mayo de 1821.

Este es el testamento completo:

“Hoy 15 de abril de 1821 en Loongwood, isla de Santa Helena.

Este es mi testamento o acta de mi última voluntad.

Muero en la religión apostólica y romana, en cuyo seno nací hace más de cincuenta años.

Deseo que mis cenizas descansen en las orillas del Sena, en medio del pueblo francés al que tanto he amado.

No habiéndome dado mi cara esposa María Luisa mas que motivos de aprecio le conservo hasta la última hora el mas tierno cariño, y le ruego que vigile solícitamente para preservar a mi hijo de las acechanzas de que se ve amenazada su tierna edad.

Recomiendo a mi hijo que no olvide nunca que nació príncipe francés, y que no consienta ser instrumento de los triunviros que oprimen a los pueblos de Europa. Su obligación es no tomar jamás las armas contra Francia ni causarla el menor perjuicio, debiendo adoptar mi divisa: Todo para el pueblo francés.

Muero prematuramente asesinado por la oligarquía inglesa y su sicario: el pueblo inglés no tardará en vengarme.

El fin desgraciado de las dos invasiones que ha sufrido Francia, cuando le quedaban tantos recursos, se debe a la traición de Marmont, Augereau y Lafayette. A todos perdono, y ¡Ojalá pueda la posteridad francesa perdonarlos asimismo!

Doy gracias a mi buena y muy excelente madre, al cardenal (Fesch) a mis hermanos José, Luciano, Jerónimo, Pailina, Carolina, Julia, Hortensia, Catalina, Eugenio, por el interés y afecto que me han conservado. Perdono a Luis por el libro que publicó en 1820 lleno de falsedades y de documentos adulterados”.}

Con información de: ABC / El País

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